He sido asidua espectadora del fenómeno mediático "Operación Triunfo" desde la primera edición. Aunque debo confesar que sólo fuí fiel a la primera. Las demás merecieron un seguimiento intermitente que me impidió relacionar las caras de los concursantes con sus nombres, fijando solamente a los finalistas.
En las otras ediciones, puedo asegurar, nunca tuve la sensación de desamparo que sentí el pasado domingo. Sé que si un programa se pone en prime time este día tan señalado tiene por objetivo luchar por la audiencia, pero me parece que no de cualquier manera, sobre todo con un producto que ya tiene un público embolsillado. En la primera edición, uno de los profesores se convirtió en la estrella porque reconvenía a sus pupilos de una forma firme pero graciosa. Atraía y seducía. Cada una de sus intervenciones nos divertía y era motivo de conversación. El jurado mantenía un cariz aséptico sólo comparable a una sala que espera una cirugía de alto vuelo, aunque a veces fueran muy duros con los participantes.
Pero, esta edición ha superado todos los límites. No sé si por la influencia de la serie "House", en la que un cáustico médico poco menos que flagela a sus pacientes, o porque ya vimos en otro concurso, "Súpermodelo 2006", cómo los instructores ponían a las chicas en el límite de la resistencia, haciéndolas, a veces, llorar como niño de tres años despierto aún a media noche. Tal vez el mensaje subliminal sea ese: si quieres ser famoso debes aguantar lo que te caiga, aunque eso implique que te pongamos como un zapato.
Uno de los jurados aplica fielmente este libreto -el del zapatero- cuando le toca opinar acerca de los concursantes. A veces, llega incluso al sutil insulto. Usa el lenguaje profesional con el que debe levantarse y acostarse todos los días: "si fueras anuncio, serías del tipo de anuncio aburrido que hace que la gente se levante al baño" y otras perlas como ésta. Además, pone cara de chulo de barrio y expresión de "a ver cómo te ha quedado el ojo". Hasta lleva gafitas oscuras, para completar el conjunto. Y no queda ahí, también les tira de las orejas a los profesores y se atreve a decir que son unos aburridos y que las canciones que eligen son un "coñazo" (sic).
Como era de esperarse, hubo respuesta. No de los chicos, que guardan cierta distancia -no vaya a ser que les echen-, sino del director de la academia que devolvió la estocada usando un lenguaje directo, y recogiendo el sentir de los asistentes a la gala, los tele-espectadores y los concursantes, mandó al inquisidor al siquiatra. Me temo que más de uno estaría dispuesto a pagar una colecta.
Hay que reconocer que este señor consigue algo muy importante: hacernos sentir confortables en nuestro sofá mientras vemos cómo la pasan canutas los pobres chicos y chicas, a la vez que agradecemos íntimamente no ser los subordinados de este dizque "creativo publicitario".
Como soy muy mal pensada, me queda la duda de si no será parte del guión y que esta "seudo" pelea tal vez no es más que otra fórmula para tironear audiencia (aunque este programa reine los domingos). De ser así, interesaría saber si está dentro del contrato de los participantes, sino, vaya engaño.
El domingo, pensaba cómo les caería a los productores que en un rapto de dignidad y recuperación de la autoestima, los chicos y chicas que pasaron por la dura experiencia de escuchar las burdas opiniones de este señor y ante la perspectiva de que no durar mucho en el concurso, se retiraran en grupo. Vaya golpe que recibirían estos panaderos de la audiencia que usan cualquier producto para inflar la masa. Aunque a la larga sea veneno.
Para ellos queda el consuelo del coche a la salida. Para los espectadores, el comienzo de una guerra entre el jurado y el profesorado.
Hagan sus apuestas señores que sigue el culebrón.
En las otras ediciones, puedo asegurar, nunca tuve la sensación de desamparo que sentí el pasado domingo. Sé que si un programa se pone en prime time este día tan señalado tiene por objetivo luchar por la audiencia, pero me parece que no de cualquier manera, sobre todo con un producto que ya tiene un público embolsillado. En la primera edición, uno de los profesores se convirtió en la estrella porque reconvenía a sus pupilos de una forma firme pero graciosa. Atraía y seducía. Cada una de sus intervenciones nos divertía y era motivo de conversación. El jurado mantenía un cariz aséptico sólo comparable a una sala que espera una cirugía de alto vuelo, aunque a veces fueran muy duros con los participantes.
Pero, esta edición ha superado todos los límites. No sé si por la influencia de la serie "House", en la que un cáustico médico poco menos que flagela a sus pacientes, o porque ya vimos en otro concurso, "Súpermodelo 2006", cómo los instructores ponían a las chicas en el límite de la resistencia, haciéndolas, a veces, llorar como niño de tres años despierto aún a media noche. Tal vez el mensaje subliminal sea ese: si quieres ser famoso debes aguantar lo que te caiga, aunque eso implique que te pongamos como un zapato.
Uno de los jurados aplica fielmente este libreto -el del zapatero- cuando le toca opinar acerca de los concursantes. A veces, llega incluso al sutil insulto. Usa el lenguaje profesional con el que debe levantarse y acostarse todos los días: "si fueras anuncio, serías del tipo de anuncio aburrido que hace que la gente se levante al baño" y otras perlas como ésta. Además, pone cara de chulo de barrio y expresión de "a ver cómo te ha quedado el ojo". Hasta lleva gafitas oscuras, para completar el conjunto. Y no queda ahí, también les tira de las orejas a los profesores y se atreve a decir que son unos aburridos y que las canciones que eligen son un "coñazo" (sic).
Como era de esperarse, hubo respuesta. No de los chicos, que guardan cierta distancia -no vaya a ser que les echen-, sino del director de la academia que devolvió la estocada usando un lenguaje directo, y recogiendo el sentir de los asistentes a la gala, los tele-espectadores y los concursantes, mandó al inquisidor al siquiatra. Me temo que más de uno estaría dispuesto a pagar una colecta.
Hay que reconocer que este señor consigue algo muy importante: hacernos sentir confortables en nuestro sofá mientras vemos cómo la pasan canutas los pobres chicos y chicas, a la vez que agradecemos íntimamente no ser los subordinados de este dizque "creativo publicitario".
Como soy muy mal pensada, me queda la duda de si no será parte del guión y que esta "seudo" pelea tal vez no es más que otra fórmula para tironear audiencia (aunque este programa reine los domingos). De ser así, interesaría saber si está dentro del contrato de los participantes, sino, vaya engaño.
El domingo, pensaba cómo les caería a los productores que en un rapto de dignidad y recuperación de la autoestima, los chicos y chicas que pasaron por la dura experiencia de escuchar las burdas opiniones de este señor y ante la perspectiva de que no durar mucho en el concurso, se retiraran en grupo. Vaya golpe que recibirían estos panaderos de la audiencia que usan cualquier producto para inflar la masa. Aunque a la larga sea veneno.
Para ellos queda el consuelo del coche a la salida. Para los espectadores, el comienzo de una guerra entre el jurado y el profesorado.
Hagan sus apuestas señores que sigue el culebrón.
Comentarios
El jurado del que hablas que se atreve a ejercer de sádico también sabe que nadie, salvo los muy implicados, como puede ser el director de la academia, va a replicar frente a una crítica muy dura. ¿Por qué? Porque es una situación tan límite que se expone a críticas a las que no sabemnos replicar por desconocimiento. Esas críticas están lejos de la observación razonada y tierna de una tarea, tan bella como cantar, como establecer ese temblor de todo el cuerpo a través de la voz.
Habrá que estudiar un poco más qué significa teóricamente la expresividad y en especial el arte en la educación de un ser humano y a partir de ese estudio establecer una evaluación lógica, razonada y creadora.
Me ha servido tu buenísimo comentario para encontrar en mí estas opiniones, con las que se puede o no estar de acuerdo, como todo.
Fdo. "Con los pies calientes"