Yo trabajé en el Chapare, la zona donde se produce la coca y de donde es líder Evo Morales. Visto a la distancia y mirando por mi ventana la calle de Madrid en la que vivo, con música de fondo mientras escribo, me parece una excentricidad. Pero para lxs bolivianxs no es nada raro, pues es una zona realmente preciosa y es recomendable dejarse caer alguna vez por allí.
Pero lo era aún más la primera vez que viajé a uno de sus pueblos, allá por 1983. Íbamos a dar un taller a maestros rurales que ejercían su sacrificada profesión en ese lugar inhóspito. Eran épocas rudas, cuando en Sinahota se vendía la droga en la calle, como quien vende patatas o cuando no era raro encontrarse a alguien colgado de un árbol. Linchado, como bien apuntaba Borges, viene de Linch. Y sí, allí era normal. Tanto que por esas mismas épocas, una persona querida, muy cercana a mí, estuvo a punto de engrosar la lista sólo por ser rubia y de ojos verdes. Sospecharon que era agente de la DEA y con un automático juicio popular, encabezado por un dirigente cocalero, fue conducida al patíbulo, que no era más que un árbol a orillas del río. Salvó la vida de milagro y es cuento largo que no viene a cuento.
Del Chapare tengo ciento un historias pero quiero contarles una que me viene al pelo. En uno de esos viajes, vi una imagen que se me quedó guardada por peculiar: en tres grandes camiones cargaban un solo árbol. No hace falta rascarse mucho el cerebro para imaginar las proporciones y la edad de esa maravillosa y compleja pieza. Debería haber sido un crimen que terminara su vida en forma de ataúd o mesa, pero la explotación en el Chapare nunca se vio de otra manera. Y así, se cargaron todo un sistema ecológico, de donde salían los árboles brotaban los arbustos de coca en perfecta complementariedad con los ávidos madereros.
También trabajé con productores de café y ellos me hicieron notar una cosa muy relevante: los niños mimados del desarrollo, que le llamaron alternativo, han sido los productores de coca. Ningún otro campesino ha recibido tantos créditos (a veces no eran ni siqueira créditos, más bien donaciones) como ellos. Pero era más cómodo siempre producir coca, una planta agradecidísima que necesita poco cuidado y que tiene varias producciones al año, haciendo el paripé de que cultivaban piña, kiwi y todas las tonterías que les propusiera la ONU, con un crédito que pagamos todos los bolivianos.
De esos polvos vienen esos lodos. Y si de algo no le podemos acusar a Evo es de no ser fiel a su grupo de origen. Claro que necesita darles opciones, siempre se vieron como víctimas y ya sabemos que los que van de víctimas tienen la cualidad de absorber la energía de todos los que les rodean, y siempre quedar ellos en desventaja. No podía ser de otra manera. Tienen el suelo hecho polvo, nunca mejor dicho, y necesitan nuevo suelo. Así de simple. Lamentablemente, Bolivia sigue siendo un país de cultivo extensivo, sólo porque podemos hacerlo. Tenemos territorio aún virgen y podemos gastar y gastar y gastar, como si nunca se fuera a acabar. La mejor opción, para el planeta, sería invertir en recuperar el barbecho y producir de forma intensiva, sin descubrir el agua tibia. Pero es más fácil expandir la frontera agrícola hacia el norte, ya que, además, Evo mataría dos pájaros de un tiro, pues es la zona opositora al MAS por excelencia y la más felizmente atrasada del país. Es como Santa Cruz, con 50 años menos, pero con la violencia de ahora. Quien ha estado en el Beni sabe de lo que hablo, y quien no, utilice el lejano Oeste como referencia.
Pero lo que no calculó Evo era que el TIPNIS sería el agujero negro que uniría a todo un país, que juntaría antinatura a los que antes no podían verse ni en foto, todos unidos, colgados de las sogas del globo de sus pretensiones, con grandes ganas de tirarlo abajo. En las puntas están todos, moros, judíos y cristianos. Y aquí haré una enumeración que va a hacer que la mitad de mis amigxs me ponga en la lista de sus desprecios y hasta me borre de su facebook o twitter; pero como soy como soy, allá voy.
En primerísimo lugar, estamos los ecologistas, aquellos capaces de derramar unos lagrimones cuando vemos un árbol varias veces centenario convertido en tablas de madera. Los que, hasta hace poquito, considerábamos que el único presidente que había apoyado realmente la conservación de los bosques había sido Evo Morales, porque el resto era un desastre. Ni qué hablar de Bánzer y mucho menos de Sánchez de Losada, que tuvo la osadía de poner a su hija de gestora del medio ambiente y que sólo vio negocio donde debió leerse protección y quien ponga en duda esto que digo, que se dé una vueltecita por el Madidi. Los que consideramos que abrir una carretera en medio de la selva es tan peligroso como dejar una guardería en manos de un pederasta. Los que no somos ecologistas de última hora, caídos de las hojas de TIPNIS, somos de toda la vida, a diferencia de muchos que ahora se suman al sepelio cuando acaban de saber el nombre del muerto.
2. Los opositores de toda la vida. Y en este saco cabe muchísima gente que se siente felizmente congratulada de sacudir los cimientos del poder de Evo Morales. Aquí están mis parientes cercanos, que sintieron que el ascenso de un "indio" a la presidencia del país era una especie de afrenta puesto que la gente de ese color, que reivindica su origen (porque, anda que ha habido indígenas presidentes y no se han dejado notar), deben ser "sus" choferes, "sus" aparapitas, "sus" jardineros... He escuchado reacciones dignas de entrar en los anales del fascismo cuando me decían que cómo era posible que un indio cobrara un sueldo en el parlamento si el parlamento no era para indios, ni cholas. También están los cambas que atesoran el mismo discurso racista, porque en sus filas hay desde europeos blanquitos a cambitas de pasado ayoreo o collitas, cambas por elección, que prentenden hacer buena letra. Opositores consuetudinarios, continuos, devenidos en defensores de un territorio que bien quisieran para sí, pero no para conservarlo, sino para convertirlo en pasto de las llamas y terminar cubriéndolo de soya. Son, a pesar de su aire de superioridad moral, tan vomitimos como aquellos a los que critican.
3. Los votantes desencantados del MAS, los que inicialmente sucumbieron al discurso de Evo y que no supieron leer las entrelíneas o la letra pequeña y que fueron abandonando el barco voluntaria u obligatoriamente. Se sienten engañados y piensan que el romance ha terminado. Son como los amantes de Teruel, tonta ella y tonto él. Y no me detengo más porque no me apetece hacer leña del árbol caído. ¡Jo! ¡Cuánto da de sí un árbol!
And the last, but not least... Los que se han apuntado al carro porque, aunque no conozcan a Bertold Brecht, creen que si Evo ha sido capaz de tratar así a su propia gente, qué pueden esperar los demás. Porque a pocos les importó que se llevaran a los otros, cuando éstos eran los poderosos, pero ahora que los poderosos hay pasado a ser los amigos de Evo, las posibilidades de que la tortilla se vuelque y cubra a los de abajo son muy grandes. Mejor poner la venda antes de que se produzca la herida.
Firmemente, lo digo, no creo que Evo Morales haya sido el peor presidente de la historia de Bolivia, como andan sugiriendo en algunos foros. Alentados por los opositores de siempre, que están exhultantes (y eso es lo imperdonable de todo lo acontecido), insultan, muerden, arañan. Creo que con sus sombras y luces ha hecho cosas muy buenas para el país y es de estúpidos no reconocerlo. También malas... y es que nadie es perfecto...
(Excepto yo)
Pero lo era aún más la primera vez que viajé a uno de sus pueblos, allá por 1983. Íbamos a dar un taller a maestros rurales que ejercían su sacrificada profesión en ese lugar inhóspito. Eran épocas rudas, cuando en Sinahota se vendía la droga en la calle, como quien vende patatas o cuando no era raro encontrarse a alguien colgado de un árbol. Linchado, como bien apuntaba Borges, viene de Linch. Y sí, allí era normal. Tanto que por esas mismas épocas, una persona querida, muy cercana a mí, estuvo a punto de engrosar la lista sólo por ser rubia y de ojos verdes. Sospecharon que era agente de la DEA y con un automático juicio popular, encabezado por un dirigente cocalero, fue conducida al patíbulo, que no era más que un árbol a orillas del río. Salvó la vida de milagro y es cuento largo que no viene a cuento.
Del Chapare tengo ciento un historias pero quiero contarles una que me viene al pelo. En uno de esos viajes, vi una imagen que se me quedó guardada por peculiar: en tres grandes camiones cargaban un solo árbol. No hace falta rascarse mucho el cerebro para imaginar las proporciones y la edad de esa maravillosa y compleja pieza. Debería haber sido un crimen que terminara su vida en forma de ataúd o mesa, pero la explotación en el Chapare nunca se vio de otra manera. Y así, se cargaron todo un sistema ecológico, de donde salían los árboles brotaban los arbustos de coca en perfecta complementariedad con los ávidos madereros.
También trabajé con productores de café y ellos me hicieron notar una cosa muy relevante: los niños mimados del desarrollo, que le llamaron alternativo, han sido los productores de coca. Ningún otro campesino ha recibido tantos créditos (a veces no eran ni siqueira créditos, más bien donaciones) como ellos. Pero era más cómodo siempre producir coca, una planta agradecidísima que necesita poco cuidado y que tiene varias producciones al año, haciendo el paripé de que cultivaban piña, kiwi y todas las tonterías que les propusiera la ONU, con un crédito que pagamos todos los bolivianos.
De esos polvos vienen esos lodos. Y si de algo no le podemos acusar a Evo es de no ser fiel a su grupo de origen. Claro que necesita darles opciones, siempre se vieron como víctimas y ya sabemos que los que van de víctimas tienen la cualidad de absorber la energía de todos los que les rodean, y siempre quedar ellos en desventaja. No podía ser de otra manera. Tienen el suelo hecho polvo, nunca mejor dicho, y necesitan nuevo suelo. Así de simple. Lamentablemente, Bolivia sigue siendo un país de cultivo extensivo, sólo porque podemos hacerlo. Tenemos territorio aún virgen y podemos gastar y gastar y gastar, como si nunca se fuera a acabar. La mejor opción, para el planeta, sería invertir en recuperar el barbecho y producir de forma intensiva, sin descubrir el agua tibia. Pero es más fácil expandir la frontera agrícola hacia el norte, ya que, además, Evo mataría dos pájaros de un tiro, pues es la zona opositora al MAS por excelencia y la más felizmente atrasada del país. Es como Santa Cruz, con 50 años menos, pero con la violencia de ahora. Quien ha estado en el Beni sabe de lo que hablo, y quien no, utilice el lejano Oeste como referencia.
Pero lo que no calculó Evo era que el TIPNIS sería el agujero negro que uniría a todo un país, que juntaría antinatura a los que antes no podían verse ni en foto, todos unidos, colgados de las sogas del globo de sus pretensiones, con grandes ganas de tirarlo abajo. En las puntas están todos, moros, judíos y cristianos. Y aquí haré una enumeración que va a hacer que la mitad de mis amigxs me ponga en la lista de sus desprecios y hasta me borre de su facebook o twitter; pero como soy como soy, allá voy.
En primerísimo lugar, estamos los ecologistas, aquellos capaces de derramar unos lagrimones cuando vemos un árbol varias veces centenario convertido en tablas de madera. Los que, hasta hace poquito, considerábamos que el único presidente que había apoyado realmente la conservación de los bosques había sido Evo Morales, porque el resto era un desastre. Ni qué hablar de Bánzer y mucho menos de Sánchez de Losada, que tuvo la osadía de poner a su hija de gestora del medio ambiente y que sólo vio negocio donde debió leerse protección y quien ponga en duda esto que digo, que se dé una vueltecita por el Madidi. Los que consideramos que abrir una carretera en medio de la selva es tan peligroso como dejar una guardería en manos de un pederasta. Los que no somos ecologistas de última hora, caídos de las hojas de TIPNIS, somos de toda la vida, a diferencia de muchos que ahora se suman al sepelio cuando acaban de saber el nombre del muerto.
2. Los opositores de toda la vida. Y en este saco cabe muchísima gente que se siente felizmente congratulada de sacudir los cimientos del poder de Evo Morales. Aquí están mis parientes cercanos, que sintieron que el ascenso de un "indio" a la presidencia del país era una especie de afrenta puesto que la gente de ese color, que reivindica su origen (porque, anda que ha habido indígenas presidentes y no se han dejado notar), deben ser "sus" choferes, "sus" aparapitas, "sus" jardineros... He escuchado reacciones dignas de entrar en los anales del fascismo cuando me decían que cómo era posible que un indio cobrara un sueldo en el parlamento si el parlamento no era para indios, ni cholas. También están los cambas que atesoran el mismo discurso racista, porque en sus filas hay desde europeos blanquitos a cambitas de pasado ayoreo o collitas, cambas por elección, que prentenden hacer buena letra. Opositores consuetudinarios, continuos, devenidos en defensores de un territorio que bien quisieran para sí, pero no para conservarlo, sino para convertirlo en pasto de las llamas y terminar cubriéndolo de soya. Son, a pesar de su aire de superioridad moral, tan vomitimos como aquellos a los que critican.
3. Los votantes desencantados del MAS, los que inicialmente sucumbieron al discurso de Evo y que no supieron leer las entrelíneas o la letra pequeña y que fueron abandonando el barco voluntaria u obligatoriamente. Se sienten engañados y piensan que el romance ha terminado. Son como los amantes de Teruel, tonta ella y tonto él. Y no me detengo más porque no me apetece hacer leña del árbol caído. ¡Jo! ¡Cuánto da de sí un árbol!
And the last, but not least... Los que se han apuntado al carro porque, aunque no conozcan a Bertold Brecht, creen que si Evo ha sido capaz de tratar así a su propia gente, qué pueden esperar los demás. Porque a pocos les importó que se llevaran a los otros, cuando éstos eran los poderosos, pero ahora que los poderosos hay pasado a ser los amigos de Evo, las posibilidades de que la tortilla se vuelque y cubra a los de abajo son muy grandes. Mejor poner la venda antes de que se produzca la herida.
Firmemente, lo digo, no creo que Evo Morales haya sido el peor presidente de la historia de Bolivia, como andan sugiriendo en algunos foros. Alentados por los opositores de siempre, que están exhultantes (y eso es lo imperdonable de todo lo acontecido), insultan, muerden, arañan. Creo que con sus sombras y luces ha hecho cosas muy buenas para el país y es de estúpidos no reconocerlo. También malas... y es que nadie es perfecto...
(Excepto yo)
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José Luis A.