Ir al contenido principal

Dorada España

(inspirada en el artículo escrito por Agustín Saavedra Weise en El Deber llamado "Españoles: de 'sudacas' europeos a receptores de 'sudacas'")

Cuando criticó a Segolene Royal, debí haberme dado cuenta de qué pie cojeaba mi profesora de francés. Habla un francés elegante y fluido, salvo cuando comete el desliz de criticar arduamente a Zapatero, al que detesta con la militancia exigida en las manifestaciones del PP. No le perdona ni una. Ya sea sus "supuestas" charlas con ETA o cualquiera de sus leyes que parece que van a cambiar el curso de la historia española, y a mí me lucen timoratas tirando a frías. Probablemente, esta simpática mujer, excelente profesora de francés, haya sido una de las que despotricó cuando, nada más entrar al gobierno, el PSOE se largó una ley que legalizaba a cuanto bicho viviente pudiera demostrar que estaba en España antes de agosto de 2005. Se apuntaron casi un millón (o más, da igual).

La España solidaria respiró agradecida y la España cañí, profunda, que lee ABC y La Razón, escucha atenta los improperios de la COPE y obecede fiel a ssssu lider, Rajoys, sintió que una mancha de color iba a "ensuciar" la limpieza del cutis peninsular, olvidando que por aquí pasó todo el mundo, desde los íberos, los celtas, los romanos, los árabes, por nombrar algo, que de pureza, pureza, más bien poca. ¿No les suena a fascismo? Pues es esa la gente que nos rechaza nada más escucharnos. Son los que no salieron de España en las masivas migraciones a Alemania, Suiza, Francia (los franceses ponían letreros en sus restaurantes que decían "No perros, ni españoles". No comments), son los que disfrutaron de las dádivas de Franco, los que siempre estuvieron y estarán bien. Porque los que están de vuelta, viejos y cansados de haber limpiado la mierda del resto del continente son los que ahora abren los brazos y dan la bienvenida a los olvidados del desarrollo. No podemos decir españoles en general, cuando hay matices. No podemos acusarles de racismo a todos, pues en realidad yo sentí mayor discriminación en Bolivia. Aunque al parecer es algo que empieza a cambiar. No niego que te puedas encontrar con un hijo de puta en cualquier lado. Sin necesidad de ser skin head, la viejita simpática esa de la farmacia a veces se puede descolgar con un comentario doloroso. Habría que preguntarle a la gente por qué viene, arriesgando todo, endeudándose hasta la médula. No será porque de alguna manera, más que ganar dinero, aquí se sienten más integrados, en una sociedad que ya es una torre de Babel y donde casi todos somos migrantes. Riqueza material y espiritual es nuestro aporte a España y muchos lo reconocen, aunque no falte un antediluviano suelto.

Y tampoco podemos quejarnos de que nos hayan tratado tan mal. De cada 1100 que entraban diariamente, devolvían 100 al azar. Así se destilaron miles. Ochocientos mil bolivianos median la decisión europea de cerrarnos la puerta. Es el equivalente a haber vaciado Santa Cruz y no hay sociedad que aguante que su mejor mano de obra se marche. Es como si hubiéramos padecido una guerra y se hubieran quedado sólo los viejos y los niños. No seamos hipócritas, un país tan bajamente poblado como Bolivia no es ningún mercado apetecible, para nadie, ni siquiera para nosotros mismos. En vez de quejarnos de que España haya puesto la visa, preocupémonos de reforzar las instituciones, de proteger al trabajador. Que la mayoría de los que está aquí fue robado impunemente en Bolivia: en migraciones, donde les vendían a precio de oro los pasaportes, en las agencias de viajes que les cobraban seguros inexistentes y les daban reservas en hoteles a 80 kilómetros de la ciudad. Era parte de una locura colectiva, en la que mucha gente se endeudó y hasta vendió propiedades. Que a nadie le gusta dejar el terruño, la familia, para buscar nuevas oportunidades allende la mar, por más bien que te trate la gente de acogida. Hay que resolver los problemas en Bolivia y dejarnos de cháchara, que España no tiene la culpa de que estemos como estamos. Espabilemos, que resulta ridículo escuchar que un hijo cincuentón le sigue echando la culpa a los padres de su fracaso.

Cuando volvía de mis vacaciones de Bolivia en un avión gigantesto fletado por Aerosur, veía a mis compatriotas con una cara mezcla de dolor y terror. Atrás quedaban los abrazos de los seres queridos, de los hijos y padres; adelante, el futuro incierto. La pollera quedó colgada de alguna percha, la nueva y brillante ropa olía a nuevo, comenzaba la representación teatral fungiendo ser turista: aprenderse el nombre del presidente y olvidar hasta los teléfonos, intentar entrar al Dorado.

Mientras, mi profesora de francés vivía feliz. Un día, al terminar la clase me comentó oronda: tengo una chica boliviana trabajando conmigo, es una ingeniera muy lista, me ordena y limpia la casa y me tiene a los niños a punto, tanto que si ella no estuviera yo no sabría qué hacer. Me quedé patitiesa, o sea mucho despotricar en contra de las migraciones y luego servirse de ellas, con empleada de lujo.

Así es España, contradictoria y peleona. Pero gusta.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Otro 30 de junio sin Lizandro

 Cada treinta de junio, desde que partiste, es un golpe con cristales rotos, un tren parado a las tres de la madrugada en un páramo frío, una tentación de volar al vacío, un sinónimo de ausencia, soledad, nostalgia. Son nueve ya. Y en todos estos años, tu recuerdo ha sido constante e imborrable, como si el tiempo, lejos de borrarte, se empeñara en traerte cada día. Y es que cuando has amado a alguien, el amor se mantiene imperturbable, a pesar de las separaciones.  Y yo te hablo y te pido favores, porque siento que estás conmigo. Tal vez sea una manera de mantenerte vivo, no lo sé, pero me ayuda a conjurar otras ausencias. Ya sabes que no creo en santos ni aparecidos, pero sin embargo, en esos momentos en que necesito un ángel que proteja a mis bienamadas, te hablo y te digo: querido Lizandro, cuídalas. Dice Jeff Dune, doctor en física nuclear, que existimos más allá de lo físico, que la noción del tiempo y el espacio son solo herramientas que nos ayudan a dar sentido a nuestras experi

Entre tú y el Ché - seis grados de separación

  Como desde hace unos 5 viajes, solemos reunirnos los tres en una distendida cena en algún restaurante de nuestra ciudad, Santa Cruz. Amigos desde los 13 años pero con un largo paréntesis de esos que se inauguran cuando te casas, tienes hijos y formas una familia, para luego retomar las viejas y esenciales amistades, resultado del perdón de la parca, que nos permite aún gozarlas; recuperamos la relación con fuerza y voluntad de mantenerla todo lo que dé el cuerpo. En esta cena, que se va alejando ya de la memoria, pisoteada por la cotidianeidad española, ambos me contaron su relación con el Ché. Ahora que se ha convertido en un trago, merced de aquel político diletante que ahora se dedica a la restauración después de haber fracasado en sus intentos de alcanzar los cielos desde Madrid, el Ché siempre ha acompañado a los bolivianos de mi generación porque fue parte de nuestra cultura, tanto como la es de los cubanos y menos de los argentinos. Cada uno de nosotros tiene una historia que

Erick y el tiempo

 Nunca es fácil escribirle a los amigos que se han ido y ya tengo una edad en la que me ha tocado despedir a muchos. El lunes 5 me llamaron del hospital para decirme que habías tenido una parada respiratoria y yo ya supe (lo supe cuando vi que la llamada era a una hora inesperada) que ya nada se podía hacer por ti, por lo que no me hacía falta la segunda llamada (a los 20 minutos) para certificarlo.  Fuimos a verte una vez más. Llevábamos nueve días tomando varios metros y un autobús en medio de la nada, de una parada que alcanzaba los 47 grados, para ir a verte la media horita que nos permitían. Era cuando yo te hablaba y te decía que te esperábamos todos, tus otros amigos gatos y nosotros. Pero media hora de amor no era suficiente para tapar todo el dolor que te provocaban las intervenciones médicas, justificables porque intentábamos todo -los veterinarios y nosotros- para salvarte. Pero tu pobre cuerpecito, invadido por sueros y sondas no pudo más. El día domingo 4 ya llorabas de do