El diez por ciento de los españoles estaría dispuesto a dejar a su pareja por un año por un millón de euros. Eso lo dice una encuesta realizada por el diario gratuito ""20 minutos". A nuestro favor, hay algunos que opinan "que ni por todo el oro del mundo" dejarían familia ni amigos. Eso habría que verlo.
¿Es posible abandonar todo: amigos, principios, ambientes, pasado y futuro por dinero? Yo creo que sí. Lo vemos a diario. Yo conozco un caso muy cercano, tan cercano que hasta pincha en algún sitio recordarlo.
Solíamos ser lo que se dice en la calle "los mejores amigos del mundo". Lo conocí allá por los ochenta, cuando militar en un partido de izquierdas te convertía en un noble aventurero con capa y espada dispuesto a dar su vida por redimir la de los demás. No era guapo, pero su airecillo intelectual, gafitas de ver incluidas, una barbita que no paraba de alisar y un libro bajo el brazo que cambiaba cada tres días, dada la velocidad con la que los devoraba, llamaban la atención del más distraído. Nos caímos bien de entrada. En la base de su atractivo estaba esa capacidad de disparar una broma inteligente cuando menos lo esperabas. Todos lo apreciaban. Yo, en particular, llegué a quererlo muchísimo.
Estuvimos juntos en las buenas y, sobre todo, en las malas con mayúsculas. Pensé que nuestra amistad daba aún para cientos de trotes más y, con ese romanticismo que acompaña a todos los ingenuos, que sólo la muerte de uno de los dos conseguiría separarnos. Jamás imaginé que por ahí andaba rondando alguien más convincente, un amigo de infancia que compartía con él unos anhelos que no tenían nada que ver conmigo. Y por birlibirloque nuestra amistad se esfumó. Él cambió y se convirtió, exactamente, en todo lo contrario de lo que había predicado.
Ahora anda por ahí "forrado" en lo que de verdad le importa, defendiendo los intereses de los poderosos contra los pobres, apuntalando un proyecto de país injusto, desigual y chapucero, y sobre todo, siendo alguien tan diferente de lo que conocimos. Una especie de Mr. Hyde sin probabilidades de redención. Tal vez recién ahora represente al personaje auténtico y la imagen que nos regaló antaño haya sido la mejor representación teatral de todos los tiempos.
Paradójicamente, lo recuerdo con cariño. Compartimos tantos e imborrables avatares que es imposible eliminarlo de la memoria. Aunque ya sabemos cómo es la memoria: engañosa, frágil y esquizofrénica. Igual nunca existió y ha sido sólo un destello neuronal destinado a desaparecer.
Sea lo que sea, prefiero hacer de cuenta que es otro de mis queridos amigos muertos y ese, ese que sale en la tele escupiendo estupideces, sólo alguien que se le parece.
¡Y después que me digan que los amigos no tenemos precio!
¿Es posible abandonar todo: amigos, principios, ambientes, pasado y futuro por dinero? Yo creo que sí. Lo vemos a diario. Yo conozco un caso muy cercano, tan cercano que hasta pincha en algún sitio recordarlo.
Solíamos ser lo que se dice en la calle "los mejores amigos del mundo". Lo conocí allá por los ochenta, cuando militar en un partido de izquierdas te convertía en un noble aventurero con capa y espada dispuesto a dar su vida por redimir la de los demás. No era guapo, pero su airecillo intelectual, gafitas de ver incluidas, una barbita que no paraba de alisar y un libro bajo el brazo que cambiaba cada tres días, dada la velocidad con la que los devoraba, llamaban la atención del más distraído. Nos caímos bien de entrada. En la base de su atractivo estaba esa capacidad de disparar una broma inteligente cuando menos lo esperabas. Todos lo apreciaban. Yo, en particular, llegué a quererlo muchísimo.
Estuvimos juntos en las buenas y, sobre todo, en las malas con mayúsculas. Pensé que nuestra amistad daba aún para cientos de trotes más y, con ese romanticismo que acompaña a todos los ingenuos, que sólo la muerte de uno de los dos conseguiría separarnos. Jamás imaginé que por ahí andaba rondando alguien más convincente, un amigo de infancia que compartía con él unos anhelos que no tenían nada que ver conmigo. Y por birlibirloque nuestra amistad se esfumó. Él cambió y se convirtió, exactamente, en todo lo contrario de lo que había predicado.
Ahora anda por ahí "forrado" en lo que de verdad le importa, defendiendo los intereses de los poderosos contra los pobres, apuntalando un proyecto de país injusto, desigual y chapucero, y sobre todo, siendo alguien tan diferente de lo que conocimos. Una especie de Mr. Hyde sin probabilidades de redención. Tal vez recién ahora represente al personaje auténtico y la imagen que nos regaló antaño haya sido la mejor representación teatral de todos los tiempos.
Paradójicamente, lo recuerdo con cariño. Compartimos tantos e imborrables avatares que es imposible eliminarlo de la memoria. Aunque ya sabemos cómo es la memoria: engañosa, frágil y esquizofrénica. Igual nunca existió y ha sido sólo un destello neuronal destinado a desaparecer.
Sea lo que sea, prefiero hacer de cuenta que es otro de mis queridos amigos muertos y ese, ese que sale en la tele escupiendo estupideces, sólo alguien que se le parece.
¡Y después que me digan que los amigos no tenemos precio!
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