Todo parece indicar que el Referéndum realizado en el departamento de Santa Cruz se ha saldado con un rotundo éxito, además de un muerto. Considerando las condiciones en las que ha triunfado: sin observadores, sin la aprobación de las instituciones internacionales, violentando la CPE y con una campaña casi unilateral debido al dominio de los medios de comunicación; diremos que fue un triunfo relativo. Sin embargo, deberemos reconocer la capacidad que han tenido los dirigentes cívicos cruceños de tejer un discurso que haya permeado en las diferentes capas de la sociedad: allí estaban bajo la bandera verdi-blanca las clases acomodadas pero también las populares. Sin distinción de barrios -salvo aquellos de predominancia "colla" de origen y de primera generación- desde Equipetrol a la "Villa", los que se sienten cambas porque sus abuelos también lo fueron, o los hijos de los migrantes "collas" que se sienten tan camba como cualquiera, tanto, que se les nota al hablar, los de origen croata, libanés, judío... Todos se asimilaron a la consigna "Autonomía, sí". Y ese es un mérito notable. Siempre la burguesía ha logrado establecer un discurso hegemónico de manera que si ellos pierden, pierde toda la sociedad (pasa, por ejemplo, con la banca por la cual nos preocupamos todos) y, en este caso, ha sido de antología. La inmensa mayoría de sus votantes seguramente ni conocían el estatuto por el cual votaban. Ni siquiera sabían seguramente para lo que servía, pero se movilizaron a favor de él. Supieron polarizar a la sociedad de modo que allí estaban los interesados en que ganara la autonomía, pero también los que votaron en contra de lo otro, de lo temido, a pesar de haber contribuido con su propio voto al triunfo del MAS. Canalizar el descontento hacia un discurso bien articulado es más que un detalle y digno de análisis de sociólogos e historiadores.
Si a ello le sumamos el apoyo de la omnipresente Embajada Americana ya tenemos conseguido el objetivo. Claro que hubo y hay conspiración. Creer lo contrario es pecar de una ingenuidad rayana en la inocencia. No es sólo no haber leído bien los libros de historia sino tampoco haber visto cine americano. No hace falta mucha imaginación para predecir que en situaciones de efervescencia popular oscuros intereses instalados en lejanos despachos mueven los hilos de la política local a su libre antojo. Sobre todo cuando de riquezas naturales se trata. Estamos en un mundo globalizado y es obvio que quienes definen el curso de la política mundial son las transnacionales, por encima no sólo de NNUU sino también de los gobiernos, por poderosos que éstos se crean.
Pero también hay que tener en cuenta el papel fundamental que han jugado los errores cometidos por Evo Morales y el MAS. La pretensión de ver un país indígena cuando a todas luces hace muchos años que se convirtió en mestizo, ha sido de una miopía tan grande que pasaremos muchos años pagando tributo por ello. Dar la espalda al mundo indígena le ha valido al país muchos años de inviabilidad. Ahora queda demostrado que hacer lo mismo con el resto del país también conduce a un callejón sin salida. Es cierto que el referéndum cuestionado es anticonstitucional, pero también lo es la Constitución aprobada por el MAS entre las paredes de un cuartel. No se puede pretender imponer el socialismo -en este siglo ni en ningún otro- sin antes aplacar la oposición a sangre y fuego. Los ejemplos sobran y no es necesario ir muy lejos para encontrarlos. Incluso en el mismo Manifiesto Comunista, Marx plantea la necesidad de aplastar a la burguesía. Pero si lo que se quiere es un socialismo a medias, se debe aprender a negociar y si no se quiere hacerlo seguramente se llegará al punto al que hemos llegado.
Ambos bandos están en tablas. Y todo un país a la espera de la siguiente jugada. Hábilmente han conseguido alinear a casi todos en uno u otro bando, con el discurso de que si no estás conmigo estás contra mí. Sin dejar la opción para que los críticos tomen la palabra. ¿Opciones? Cada vez menos. Una de ellas sería la que se hubiera aplicado seguramente de haberse impuesto Ibarretxe con su referéndum en el País Vasco: nada más ponerle fecha, con la aprobación del Parlamento y del sistema judicial hubiera acabado con sus huesos en la cárcel con el apoyo no sólo de todos los partidos políticos, a excepción de los vascos, sino de la ciudadanía española. Eso en un país en el que las instituciones funcionan bien engrasadas. A pesar de ello, Zapatero mantiene un equilibrio muy difícil y lo hace con visión de estadista, pasando incluso por encima de sus votantes. Algo así ha sido imposible en Bolivia y el referéndum se ha llevado a cabo. Todo parece indicar que hay que volver a fojas cero y con dos documentos ya aprobados (el estatuto y la Constitución) tratar de llegar a un entendimiento de las dos Bolivias: la mestiza y la indígena. El pueblo y la comunidad internacional aplaudirían esta medida.
El enquistamiento en ambas posiciones, además de tener evocaciones infantiles, puede conducir a una violencia sin precedentes en la vida republicana, en la que -como decía Platón- los únicos que verán el final del túnel serán los muertos.
Si a ello le sumamos el apoyo de la omnipresente Embajada Americana ya tenemos conseguido el objetivo. Claro que hubo y hay conspiración. Creer lo contrario es pecar de una ingenuidad rayana en la inocencia. No es sólo no haber leído bien los libros de historia sino tampoco haber visto cine americano. No hace falta mucha imaginación para predecir que en situaciones de efervescencia popular oscuros intereses instalados en lejanos despachos mueven los hilos de la política local a su libre antojo. Sobre todo cuando de riquezas naturales se trata. Estamos en un mundo globalizado y es obvio que quienes definen el curso de la política mundial son las transnacionales, por encima no sólo de NNUU sino también de los gobiernos, por poderosos que éstos se crean.
Pero también hay que tener en cuenta el papel fundamental que han jugado los errores cometidos por Evo Morales y el MAS. La pretensión de ver un país indígena cuando a todas luces hace muchos años que se convirtió en mestizo, ha sido de una miopía tan grande que pasaremos muchos años pagando tributo por ello. Dar la espalda al mundo indígena le ha valido al país muchos años de inviabilidad. Ahora queda demostrado que hacer lo mismo con el resto del país también conduce a un callejón sin salida. Es cierto que el referéndum cuestionado es anticonstitucional, pero también lo es la Constitución aprobada por el MAS entre las paredes de un cuartel. No se puede pretender imponer el socialismo -en este siglo ni en ningún otro- sin antes aplacar la oposición a sangre y fuego. Los ejemplos sobran y no es necesario ir muy lejos para encontrarlos. Incluso en el mismo Manifiesto Comunista, Marx plantea la necesidad de aplastar a la burguesía. Pero si lo que se quiere es un socialismo a medias, se debe aprender a negociar y si no se quiere hacerlo seguramente se llegará al punto al que hemos llegado.
Ambos bandos están en tablas. Y todo un país a la espera de la siguiente jugada. Hábilmente han conseguido alinear a casi todos en uno u otro bando, con el discurso de que si no estás conmigo estás contra mí. Sin dejar la opción para que los críticos tomen la palabra. ¿Opciones? Cada vez menos. Una de ellas sería la que se hubiera aplicado seguramente de haberse impuesto Ibarretxe con su referéndum en el País Vasco: nada más ponerle fecha, con la aprobación del Parlamento y del sistema judicial hubiera acabado con sus huesos en la cárcel con el apoyo no sólo de todos los partidos políticos, a excepción de los vascos, sino de la ciudadanía española. Eso en un país en el que las instituciones funcionan bien engrasadas. A pesar de ello, Zapatero mantiene un equilibrio muy difícil y lo hace con visión de estadista, pasando incluso por encima de sus votantes. Algo así ha sido imposible en Bolivia y el referéndum se ha llevado a cabo. Todo parece indicar que hay que volver a fojas cero y con dos documentos ya aprobados (el estatuto y la Constitución) tratar de llegar a un entendimiento de las dos Bolivias: la mestiza y la indígena. El pueblo y la comunidad internacional aplaudirían esta medida.
El enquistamiento en ambas posiciones, además de tener evocaciones infantiles, puede conducir a una violencia sin precedentes en la vida republicana, en la que -como decía Platón- los únicos que verán el final del túnel serán los muertos.
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