Ir al contenido principal

El Palacio de Cristal de Amitav Ghosh

De vez en cuando vale la pena buscar escritores que no se encuentran en las manos de tus amigos.
Traicionando el montoncito que me espera: la tercera de Milennium, El Juego del Ángel, El Club Bilderberg y el de Paul Krugman, me leí "El Palacio de Cristal" del indio Amitav Ghosh. Un libro que tiene el sello de la biblioteca central de mi barrio y que tiene la culpa de que me hayan multado al haber sobrepasado la fecha límite.
Nada importa ya cuando has llegado a la última página aguantando la respiración.
En sus más de 600 páginas, Ghosh me ha permitido conocer de cerca la historia de la sufrida Birmania y de la complejísima India. A través de sus personajes me he ido enamorando de esa zona del planeta tan desconocida y lejana.
Con un lenguaje más cercano a García Márquez que a cualquier europeo, Ghosh va desgranando con maestría absoluta los sucesos más importantes y señalados de Birmania, como el destierro del último rey, la invasión japonesa o la terrible dictadura militar que aprisiona a este país, ahora llamado Myanmar.
Lo que me ha llamado la atención sobre todo, ha sido el espítiru crítico de este autor que, sin maniqueísmos, valora en su justa medida las consecuencias de la colonización británica, tanto para su país como para esa parte del continente asiático.
Un placer para los sentidos y totalmente recomendable.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La vida secreta del inspector de aves de corral

Recuerdo con precisión la mágica noche en la que me entregaron las Obras Completas de Borges. Un libro con hojas sueltas, de bordes harapientos, la tapa sucia y una esquina mellada. Vista la superficie, era razonable pensar que el interior estaría plagado de tachaduras, subrayados o notas al borde. Pero no, estaba limpio. Era como si hubiera sido objeto de respeto y adoración. Tal vez, por ello mismo, con signos inevitables de las numerosas manos por las que había pasado hasta llegar a las mías. El grupo del cual formaba parte, integrado por jóvenes voluntariamente ajenos al streaming comunista, se reunía en una casa ubicada detrás del Palacio de la Revolución para escuchar el recién adquirido Carmina Burana. La anfitriona, que oficiaba de coordinadora natural, era hija de dos altos cargos de la nomenklatura cubana. De una belleza extraordinaria y nominada con el aséptico María, se había cortado el pelo al ras para dejar al aire y sin estorbos la armonía de su rostro y la perfe

Manchitas, mi constante

  Te escribo esto, mi chiquita, cuando todavía se siente tu presencia. Esos primeros días en los que piensas, pensar que hace unas horas, que ayer, que el lunes pasado... El lunes pasado, como todos los días, me levanté a las seis menos cuarto, me duché, me preparé el desayuno y me fui a desayunar contigo en el sofá. En la bandeja llevaba tres platitos, uno para ti para que desayunaras tranquila y los otros para los moscones, para que los otros chicos no te molestaran. Esta mañana, fue otra de las cosas que ya no hice, porque volví a tomar el café en la mesa, después de mucho tiempo. Y es que la esquina del sofá está sola, hay un vacío inconmensurable sin ti. Fue el sitio que elegiste para vivir tus últimos días, yo que pensé, deseé que fueras eterna pero, mortal al fin, decidiste marcharte, no sin dejarme un hueco enorme. Todos me dicen que estuviste mucho tiempo conmigo, 21 largos años. Y es verdad, has sido la gata más longeva que ha conocido nuestro veterinario. Por eso mismo, estu

Entre tú y el Ché - seis grados de separación

  Como desde hace unos 5 viajes, solemos reunirnos los tres en una distendida cena en algún restaurante de nuestra ciudad, Santa Cruz. Amigos desde los 13 años pero con un largo paréntesis de esos que se inauguran cuando te casas, tienes hijos y formas una familia, para luego retomar las viejas y esenciales amistades, resultado del perdón de la parca, que nos permite aún gozarlas; recuperamos la relación con fuerza y voluntad de mantenerla todo lo que dé el cuerpo. En esta cena, que se va alejando ya de la memoria, pisoteada por la cotidianeidad española, ambos me contaron su relación con el Ché. Ahora que se ha convertido en un trago, merced de aquel político diletante que ahora se dedica a la restauración después de haber fracasado en sus intentos de alcanzar los cielos desde Madrid, el Ché siempre ha acompañado a los bolivianos de mi generación porque fue parte de nuestra cultura, tanto como la es de los cubanos y menos de los argentinos. Cada uno de nosotros tiene una historia que