Anoche, muy tarde, terminé de leer "La conspiración de las lectoras" de José Antonio Marina y María Teresa Rodríguez de Castro. Para empezar, el título es de por sí atrayente porque, ¿qué tiene de conspirativo leer? ¿Y que los lectores sean ellas? Claro, visto a la luz del siglo XXI y en España, porque otra cosa sería si estuviéramos hablando del Afganistán de ahora o de la España de principios del XX, que es la época a la que se refiere este recomendable ensayo.
Visto desde la luz de estos días parece que hubieran pasado unos quinientos años desde que a la mujer se la considerara solamente capacitada para atender un hogar y obedecer al esposo, después del padre y luego a los hijos en caso de quedar viuda. La política, las ciencias y las artes sólo para los hombres, mejores dotados para ello. Si se los cuento a mis hijas, parecen capítulos entresacados de la Biblia o el Corán, o simplemente, opiniones de Aristóteles. Pero, hasta ayer mismo (es decir, hasta la muerte de Franco) la mujer española no jugaba un papel en la sociedad, más bien, un trapo, como bien definiría el preciso Quino.
Pero hubo un grupo de mujeres, de las cuales conocía bien poco y me quedé maravillada, que decidieron cambiar las cosas e ir más lejos. Aunque es menester apuntar que fue una iniciativa mundial aupada por las feministas. Fundaron lo que se llamó "El Liceo". Un lugar en el cual estaba prohibido hablar de política y religión, conscientes de que son dos temas que en vez de unir, separan. Sólo se hablaba de literatura y arte y de los temas que hacían reflexionar sobre el papel de las mujeres.
No es difícil imaginar que este maravilloso sitio desapareciera justo cuando entraron las huestes franquistas que devolvieron a la mujer al sacrosanto lugar "de donde nunca debiera haber salido: el hogar".
La descripción que yo hago del libro y de los sucesos es muy simplista, lineal, a decir de Marina, pues para describir la complejidad de los sucesos es mejor leerlo, obviamente.
Lo que me interesa reseñar es que gracias a esta lectura me he podido aproximar a personajes tan maravillosos como Victoria Kent, Clara Campoamor, María de Maeztu, Zenobia Camprubí, María Teresa León y muchas otras que vinieron a refrescarme gratamente y a motivarme a saber más de ellas, nuestras madres y abuelas ideológicas, gracias a las cuales nuestra vida y la de nuestras hijas es mucho mejor.
No quiero quedarme sin hacerles un regalo, pues cuando Marina mete en la llaga lo hace muy bien y suele iluminar de buena manera el camino. Lamentablemente, hay algunos que deciden marchar por la oscuridad y arrastrarnos a todos en sus caídas.
(aquí entre nos, considero una suerte que el libro de mi hija "Educación para la ciudadanía" haya sido escrito por él).
"Una sociedad se vuelve estúpida o violenta o abdica de su inteligencia social cuando las creencias vigentes, los modos de resolver conflictos, los sistemas de evaluación, los marcos de entendimiento, los modos de vida, disminuyen las posibilidades de las personas, es decir, de las inteligencias privadas. Crean más problemas de los que puedan resolver, alteran su juicio, cambian la jerarquía de los patrones de interpretación. Se hace injusta. La justicia es la creación máxima de la inteligencia social, y la injusticia la mayor demostración de la estupidez.
"La inteligencia social es conversacional, su altura depende de la altura de los que intervienen en esa interacción. Los teóricos del lenguaje han estudiado las condiciones lingüísticas que ha de cumplir una conversación. Pues bien, la conversación social tiene que cumplir también unas normas, unos requisitos imprescindibles para el entendimiento, y esas normas son normas éticas, aceptadas como comunes. Entenderse exige dos condiciones. Una, educativa: ser capaz de comprender, tener los conocimientos y los hábitos de razonamiento necesarios. Otra, ética: querer comprender..." (p.146, 147)
Nada. Amig@s sólo recomendarles no solamente este libro sino todos los que pilléis de Marina.
Sé que las lectoras de ahora somos una prolongación de aquéllas, brindemos por eso para conjurar la oscuridad que besa nuestras puertas con un burka en la mano.
Visto desde la luz de estos días parece que hubieran pasado unos quinientos años desde que a la mujer se la considerara solamente capacitada para atender un hogar y obedecer al esposo, después del padre y luego a los hijos en caso de quedar viuda. La política, las ciencias y las artes sólo para los hombres, mejores dotados para ello. Si se los cuento a mis hijas, parecen capítulos entresacados de la Biblia o el Corán, o simplemente, opiniones de Aristóteles. Pero, hasta ayer mismo (es decir, hasta la muerte de Franco) la mujer española no jugaba un papel en la sociedad, más bien, un trapo, como bien definiría el preciso Quino.
Pero hubo un grupo de mujeres, de las cuales conocía bien poco y me quedé maravillada, que decidieron cambiar las cosas e ir más lejos. Aunque es menester apuntar que fue una iniciativa mundial aupada por las feministas. Fundaron lo que se llamó "El Liceo". Un lugar en el cual estaba prohibido hablar de política y religión, conscientes de que son dos temas que en vez de unir, separan. Sólo se hablaba de literatura y arte y de los temas que hacían reflexionar sobre el papel de las mujeres.
No es difícil imaginar que este maravilloso sitio desapareciera justo cuando entraron las huestes franquistas que devolvieron a la mujer al sacrosanto lugar "de donde nunca debiera haber salido: el hogar".
La descripción que yo hago del libro y de los sucesos es muy simplista, lineal, a decir de Marina, pues para describir la complejidad de los sucesos es mejor leerlo, obviamente.
Lo que me interesa reseñar es que gracias a esta lectura me he podido aproximar a personajes tan maravillosos como Victoria Kent, Clara Campoamor, María de Maeztu, Zenobia Camprubí, María Teresa León y muchas otras que vinieron a refrescarme gratamente y a motivarme a saber más de ellas, nuestras madres y abuelas ideológicas, gracias a las cuales nuestra vida y la de nuestras hijas es mucho mejor.
No quiero quedarme sin hacerles un regalo, pues cuando Marina mete en la llaga lo hace muy bien y suele iluminar de buena manera el camino. Lamentablemente, hay algunos que deciden marchar por la oscuridad y arrastrarnos a todos en sus caídas.
(aquí entre nos, considero una suerte que el libro de mi hija "Educación para la ciudadanía" haya sido escrito por él).
"Una sociedad se vuelve estúpida o violenta o abdica de su inteligencia social cuando las creencias vigentes, los modos de resolver conflictos, los sistemas de evaluación, los marcos de entendimiento, los modos de vida, disminuyen las posibilidades de las personas, es decir, de las inteligencias privadas. Crean más problemas de los que puedan resolver, alteran su juicio, cambian la jerarquía de los patrones de interpretación. Se hace injusta. La justicia es la creación máxima de la inteligencia social, y la injusticia la mayor demostración de la estupidez.
"La inteligencia social es conversacional, su altura depende de la altura de los que intervienen en esa interacción. Los teóricos del lenguaje han estudiado las condiciones lingüísticas que ha de cumplir una conversación. Pues bien, la conversación social tiene que cumplir también unas normas, unos requisitos imprescindibles para el entendimiento, y esas normas son normas éticas, aceptadas como comunes. Entenderse exige dos condiciones. Una, educativa: ser capaz de comprender, tener los conocimientos y los hábitos de razonamiento necesarios. Otra, ética: querer comprender..." (p.146, 147)
Nada. Amig@s sólo recomendarles no solamente este libro sino todos los que pilléis de Marina.
Sé que las lectoras de ahora somos una prolongación de aquéllas, brindemos por eso para conjurar la oscuridad que besa nuestras puertas con un burka en la mano.
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