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Cuestión de huevos

Nada más llegar del "insti", entró a la cocina, abrió el refrigerador, sacó los huevos y empezó a revisarlos al milímetro. "¿Ves? Son 03", me dijo. Luego se explayó contándome las razones por las cuales, a partir de esa fecha, no los comería.
Yo había recibido ese pdf hacía unos meses y decidí no comentárselos (todo se habla durante el almuerzo), ni siquiera reenviarlo. Más por cansancio, ¿saben? Reconozco que mi vida se ha llenado de todo tipo de información, lo cual me ha convertido en una ciudadana bien informada pero, a la vez, desesperada. Cuando compro desodorantes trato de que no tengan aluminio; hay una lista de lápices labiales que contienen plomo y que siempre olvido cuando voy a comprarme uno nuevo, lo cual hace que postergue la compra; me costará un huevo (¡manda huevos!) cambiarme los empastes porque dice que trago el mercurio que portan; no me vacuné contra la gripe A y la padecí heroicamente; lavo las hortalizas durante una hora porque tienen pesticidas que son los que generan cáncer de mama y todas las mañanas me tomo un vaso de agua con miel, por si acaso.
Por eso no quise incluir los huevos en mis afanes diarios.
Hasta que el profesor de sociales decidió contarles la historia a unos alumnos estupefactos: los huevos marcados con 03 son producidos por gallinas que tienen las patas colgadas, a las cuales se les ha cortado el pico y tienen la luz encendida y música a todo volumen para que sólo produzcan huevos (el Guantánamo de las gallinas); las del 02 también tienen el pico cortado pero pueden andar, aunque no dormir; las del 01, andan libremente pero son alimentadas con pienso y, finalmente, las del 00 son completamente ecológicas, viven en libertad y comen lo que pillan en el suelo. Le añadiría a estas últimas que sus huevos cuestan el doble.
Pues ahora sólo comemos estos últimos. El dilema era ¿qué hacer con todos los 03 que nadie quería ni probar? Siempre hay una madre sacrificada que no sólo piensa en ella sino en las pobres gallinas que además de sufrir para poner los huevos, estaban al borde de haber sido torturadas para nada. Así, estuve durante unos días comiendo tortilla en todas sus variedades: a las finas hierbas, con queso, con cebolleta, con jamón de York, y una nueva que está divina: con zanahoria y calabacín. Totalmente recomendable.
La primera lección que aprendemos los economistas es la ley de la oferta y la demanda. Esperemos que mientras menos personas demanden este tipo de huevos (03), se terminen aquellos estilos empresariales de tener ganancias a toda costa, incluso si eso incluye torturar a las gallinas y volvamos a los huevos de toda la vida.
Pues eso

(¿Para cuándo una ley que proteja a los animales de forma integral, incluídos los toros?)

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