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Maldito zapatero

Cuando me miré el zapato, sentí rabia, y pensé, este sistema es una mierda y está destinado al fracaso. Por esas vueltas que da la vida, iba a casa de Silvio Rodriguez, con un zapato cosido por un zapatero cubano, funcionario como todos, vestido de la desidia de un sistema que hacía tiempo daba muestras de cansancio. Y no estoy hablando de hoy, que hay consenso, estoy hablando de 1988. Me arrepentí no haberle pedido que lo volviera a coser, pues había convertido la envoltura de mi pie en una especie monstruosa de dedo supernumerario, pero no lo hice pues temía que se vengara de alguna manera y lo inutilizara para siempre. Y yo lo necesitaba. En un país en el que entrar a comprarme un par nuevo en dólares, constituía un delito, había que conservar lo poco que se tenía, sobre todo cuando ibas como ciudadano de a pie y no como "cuadro" a escuela especial para "cuadros".
Después de estudiar cinco años economía en Cuba me creía capacitada para hacer un buen análisis de cómo funcionaba ese sistema tan anhelado por muchos. Para ello, se hizo una reunión en las oficinas del que entonces era mi partido, allá por 1989. Con todo el arsenal que me había proporcionado la lectura página a página de "El Capital", hice un análisis detallado de lo que yo consideraba los puntos flacos de la economía cubana y establecí el fracaso como tendencia. Cuando terminé de hablar, se levantó uno de los "compañeros" furioso y me dijo a gritos: "Eres una pequeño-burguesa, reaccionaria, gusana". Sólo le faltó el "hija de puta" para completarlo. Cuando iba a contestar, el muy cobarde, dijo que se marchaba porque tenía algo más importante que hacer. Este súpermegarevolucionario defensor de la Cuba comunista se marchó a Nueva York, años después, como Embajador de Bolivia en Naciones Unidas, pero no de este gobierno procubano, que sería lo que esperaría cualquiera, no, del gobierno de Goni. ¡Manda huevos! Así, yo también sería defensora no sólo del comunismo de Cuba sino también del de la Camboya de Pol Pot. ¡Mientras sean otros los que sufran las consecuencias...!
Pero ¿qué les dije para que se sintiera tan ofendido? Nada de lindezas. Sólo les expliqué que había estudiado a fondo la economía comunista, que había trabajado en varias empresas cubanas y que ninguna funcionaba; que fabricaban productos que serían obsoletos en el país más atrasado del planeta; que había desidia en los trabajadores; que no tenían incentivos para seguir trabajando, que todo les daba igual pues trabajaran o no, el sueldo lo tenían; que era el colmo que hasta los oficios pequeños -pensé en aquél estúpido zapatero- hubieran sido nacionalizados y que había sido uno de los grandes errores del gobierno cubano; que otro de tantos, había sido eliminar el "mercado libre campesino" pues eso sólo había llevado a la escasés y al hambre; que las consignas y los buenos deseos no se comen y no se visten. En fin, lo que haría cualquier economista en cualquier país del mundo (¿no lo hacen ahora y encima les publican en las páginas sepia de todos los periódicos?). Pero yo no contaba que, para cierta gente, hablar de Cuba es una cuestión de fe, con todas las características místicas que tiene este tipo de cuestiones.
Cuba ofrece condiciones a las empresas nacionales y extranjeras que no goza ningún empresario del mundo capitalista: no tiene sindicatos y se pueden establecer los salarios que te la gana. Ya quisieran los empresarios españoles (que es lo que buscan ahora) y la presidenta de la Comunidad de Madrid, gozar de estos privilegios. Yo he visto a obreros cubanos trabajar con el agua a los tobillos y no se quejaban. Como le dijo un empresario español a Fidel en un congreso de productores: las empresas cubanas no tienen "alma". Es decir, en versión médica, acababa de certificar su defunción. Y eso, allá por los ochentas. Nada cambió porque la esencia se mantenía y pobre de aquel que se atreviera a decir algo. Yo lo había comprobado en carne propia: dentro de la secta no se puede comentar nada.
Me gustaría escuchar qué le dice este ex-embajador a Fidel y al gobierno cubanos o ahora, ¿caerán en la categoría de gusanos, como yo? ¿O se habrán abierto por fín las aguas hacia la luz?
Mientras, yo pienso que debería haber guardado ese célebre zapato que tuve que esconder bajo el sofá aquella remota tarde habanera, para tirárselo en repudio a tan estúpido y bocazas ex-compañero.
(Si al final, nomás, gusano no va a ser ningún insulto)

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