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La otra yo...

Mientras escribo ésto, mi otra yo lleva las manos llenas de óleo. Está pintando un cuadro. Supongo que después de decenios será una pintora de éxito y que está realizada al saber que los pinceles siempre fueron la extensión de sus dedos y que los colores y formas tienen reservada una parte importante de su cerebro. Mientras, la yo arquitecta tiene también una carga de experiencia remarcable y seguramente ha cambiado tanto de casa intentando buscar la perfecta, que ahora no encuentra el cuchillo para la mantequilla o esos jabones negros de manos de un olor peculiar imprescindible. Salvo ese sutil y momentáneo desorden, piensa que cada cosa está diseñada con un objetivo claro y concreto y que esa nueva casa es el continente que la abarca de forma precisa. Vive en la actual Rusia y cuando camina por la Plaza Roja y pasea por el GUM se pregunta con qué alfabetos conjugaría los verbos que le dan vida, si no hubiera sido... La que terminó ingeniería civil recién encuentra ahora un poco de paz en su vida y puede marcharse a construir los puentes que ideaba levantar desde niña. Ahora que sus hijos son mayores y se bastan solos, casco y botas, viaja y viaja. Ahora, está en Dubai... La que se especializó en entomología, todavía no es feliz porque no ha encontrado el insecto que lleve su nombre, pero lo busca con ahínco y sabe que no morirá sin conseguirlo. La clave la tiene el escarabajo verde-azul que encontró ayer en una esquina de la amazonía... La técnico agrícola tuvo que retomar su carrera cuando retornó de Cuba, pues le supo a poco. Anda por ahí intentando sacar adelante unos cultivos en una zona perdida del Beni, pero como no encuentra trabajadores que la secunden en su entusiasmo, no se da por perdida y trabaja de sol a sol... La bróker decidió marcharse a Nueva York porque la Bolsa allá se escribe con mayúsculas. Últimamente, ha bajado de peso con la crisis y ha arrasado sus uñas. Pero resiste... La profesora de universidad, que a estas alturas tiene más conchas que un galápago, sigue con la misma energía que cuando daba clases de Historia de la Economía, aunque se ha paseado casi por todo el pénsum universitario. De forma voluntaria pues no quería entrar en el runrun mecánico que la dejara muerta en vida. No se ha casado pero tiene unos sobrinos a los que adora... La radialista aún trabaja para los jesuitas porque no se animó a meterles un juicio laboral, aún a sabiendas de que lo iba a ganar. Gracias a eso, a ese silencio momentaneo, tiene voz propia aunque sin rostro. Pero cuando la gente la escucha en las ondas, la reconoce enseguida, pues destila una bronca finita contra todos los tipos de injusticias y se pone en la piel de cada uno de sus oyentes, porque su oficio viene de eso, de una injusticia. Es odiada y querida a partes iguales... Está también la que vive en La Paz, convertida en una suerte de palimpsesto incapaz de creer en nadie. Intentó meterse en política pero salió escaldada y ahora anda por ahí trabajando, creo, de consultora...
Los científicos dicen que cada una de las decisiones que tomamos genera un yo paralelo que continúa el otro plan, el plan B, en un mundo también paralelo. Revisando a mis gemelas creo que me gustaría vivir cada una de estas vidas despreciadas. Seguramente le pondría el mismo entusiasmo que he practicado en todo lo que he realizado en esta vida. Pero cuando paseo por estos cruces de caminos, indudablemente la que me causa la mayor nostalgia es aquella adolescente, entre tímida e insegura, que quiso ser pintora y que supo vencer el río revuelto que le vino encima cuando dijo lo que quería ser y pensó, las matemáticas están bien, son fáciles para mí, pero yo quiero ser artista. Sí, me quedo con esa... Definitivamente. Y le deseo, si es que aún vive, la mejor de las suertes. Aunque me da que no le hace ninguna falta, porque hace lo que siempre quiso hacer y en ello radica su éxito...

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