Cuando me preguntó por tercera vez quién era y qué hacía allí, me di cuenta que tenía Alzheimer. Con paciencia le volví a decir mi nombre y las razones por las cuales había atravezado un océano pocos días antes. Y es que mi hermana Kalúa había obviado este pequeño detalle de esa su amiga querida. Habíamos ido juntas a un té en su casa y todas las ahí presentes le explicaban una y otra vez las cosas a aquella mujer, con la cual estaban unidas no sólo por los tejidos en lana que era la razón de ser del grupo, sino por aquellos invisibles lazos razón de una amistad que ya peinaba canas.
Pero entendí de inmediato a mi hermana puesto que cojeamos del mismo pie. Para mí, que tuve una pareja con muletas, un amigo quemado con napalm y una compañera que podía catalogarse como la más bella del planeta, no era difícil entender que cuando quieres a alguien queda sólo lo esencial, lo que hizo que esa persona calara en tu alma y se instalara de okupa para siempre. Sólo te das cuenta que son diferentes cuando vas por la calle y ves en la cara de las otras personas lo físico, lo evidente. Y es que ésto sólo es válido la primera vez, luego pasa a un ultimísimo plano.
Y es que ella es así. Tuve el privilegio de ser su hermanita pequeña, "su responsabilidad", como éramos los enanos antes de que se decretara que eso no estaba bien. Sé que no es bueno que las niñas mayores se hagan cargo de sus hermanitos, como pasa y sigue pasando en muchas partes, pero sé también que eso me ha permitido gozar de una de las mejores personas que he conocido. Porque, hay que reconocerlo, mi hermana me ha dado una de las infancias más divertidas.
Y no sólo era que festejáramos cumpleaños de los peluches utilizando para ello los adornos de mi madre que, vamos a confesarlo, quedaban mal parados cuando se acababa la fiesta, sino también que accedíamos a lo prohibido, a lo peligroso, con la garantía de que ella nos resguardaba, nos cuidaba, nos protegía, dejaba la diversión para nosotras y el daño para ella. Así, escalamos montañas varias veces, caminamos varios kilómetros a pie en varios sitios, conocimos la morgue y vivimos el fragor de los golpes de Estado de Barrientos y Bánzer, moviéndonos como hobbits entre la "canalla" para ver el mal de frente, para tener historias vividas en primera persona. Siempre fue osada, adelantada, genial.
Hoy es su cumpleaños. Sé que no podrá tener el único regalo que la haría completamente feliz: su hijo Lizandro. Sé que su vida se ha desportillado al punto de casi quebrarse el día en que él se marchó dejándola viuda-huérfana, porque no hay palabra para definir su nuevo estado. Y sé que nosotras, sus hermanas, su madre, sus sobrinos y sobrinas y sus otros hijos, nunca seremos, ni aún cuando despleguemos toda la calidez probable, ni aún cuando nos desgajemos el corazón y lo pongamos en su mano, no seremos, no, no seremos más que un premio consuelo para ella.
Cuando estaba a su lado, no sabía cómo poner mis dedos, cómo entornar los ojos, cómo modular la voz para atenuar lo que sabía estaba sintiendo. Y a veces reíamos y disfrutábamos solamente porque el universo nos había regalado ese tiempo juntas. Porque ella es así, siempre alegre y cariñosa, porque se propuso que su presencia tuviera un efecto mágico para los que la rodeábamos, aunque se sintiera mal.
Ella no se daba cuenta, pero yo la miraba... La admiraba por esa temple que empezó cuando abrió los ojos a la vida y decidió ser parte de nuestra vida. Mi hermana, mi bella hermana.
Como veréis, la foto elegida para ilustrar esta entrada, está un poco afectada por la humedad. Eso si te quedas con la primera impresión, pero si ahondas en lo que de verdad importa, verás una bella adolescente en una pose natural, mirando de frente con ese par de ojazos maravillosos, como siempre lo hace, con una mirada que parece que te dijera "A ti qué te pasa, ¿no crees que también saldré de esta?"
Y es que, así es ella... Tengo la suerte de tenerla como hermana. Tenemos la suerte de compartir vida con ella. Desde lo más profundo de mi alma te deseo que cumplas muchos más, mi querida...
He elegido esta foto porque siempre me ha gustado.
Pero entendí de inmediato a mi hermana puesto que cojeamos del mismo pie. Para mí, que tuve una pareja con muletas, un amigo quemado con napalm y una compañera que podía catalogarse como la más bella del planeta, no era difícil entender que cuando quieres a alguien queda sólo lo esencial, lo que hizo que esa persona calara en tu alma y se instalara de okupa para siempre. Sólo te das cuenta que son diferentes cuando vas por la calle y ves en la cara de las otras personas lo físico, lo evidente. Y es que ésto sólo es válido la primera vez, luego pasa a un ultimísimo plano.
Y es que ella es así. Tuve el privilegio de ser su hermanita pequeña, "su responsabilidad", como éramos los enanos antes de que se decretara que eso no estaba bien. Sé que no es bueno que las niñas mayores se hagan cargo de sus hermanitos, como pasa y sigue pasando en muchas partes, pero sé también que eso me ha permitido gozar de una de las mejores personas que he conocido. Porque, hay que reconocerlo, mi hermana me ha dado una de las infancias más divertidas.
Y no sólo era que festejáramos cumpleaños de los peluches utilizando para ello los adornos de mi madre que, vamos a confesarlo, quedaban mal parados cuando se acababa la fiesta, sino también que accedíamos a lo prohibido, a lo peligroso, con la garantía de que ella nos resguardaba, nos cuidaba, nos protegía, dejaba la diversión para nosotras y el daño para ella. Así, escalamos montañas varias veces, caminamos varios kilómetros a pie en varios sitios, conocimos la morgue y vivimos el fragor de los golpes de Estado de Barrientos y Bánzer, moviéndonos como hobbits entre la "canalla" para ver el mal de frente, para tener historias vividas en primera persona. Siempre fue osada, adelantada, genial.
Hoy es su cumpleaños. Sé que no podrá tener el único regalo que la haría completamente feliz: su hijo Lizandro. Sé que su vida se ha desportillado al punto de casi quebrarse el día en que él se marchó dejándola viuda-huérfana, porque no hay palabra para definir su nuevo estado. Y sé que nosotras, sus hermanas, su madre, sus sobrinos y sobrinas y sus otros hijos, nunca seremos, ni aún cuando despleguemos toda la calidez probable, ni aún cuando nos desgajemos el corazón y lo pongamos en su mano, no seremos, no, no seremos más que un premio consuelo para ella.
Cuando estaba a su lado, no sabía cómo poner mis dedos, cómo entornar los ojos, cómo modular la voz para atenuar lo que sabía estaba sintiendo. Y a veces reíamos y disfrutábamos solamente porque el universo nos había regalado ese tiempo juntas. Porque ella es así, siempre alegre y cariñosa, porque se propuso que su presencia tuviera un efecto mágico para los que la rodeábamos, aunque se sintiera mal.
Ella no se daba cuenta, pero yo la miraba... La admiraba por esa temple que empezó cuando abrió los ojos a la vida y decidió ser parte de nuestra vida. Mi hermana, mi bella hermana.
Como veréis, la foto elegida para ilustrar esta entrada, está un poco afectada por la humedad. Eso si te quedas con la primera impresión, pero si ahondas en lo que de verdad importa, verás una bella adolescente en una pose natural, mirando de frente con ese par de ojazos maravillosos, como siempre lo hace, con una mirada que parece que te dijera "A ti qué te pasa, ¿no crees que también saldré de esta?"
Y es que, así es ella... Tengo la suerte de tenerla como hermana. Tenemos la suerte de compartir vida con ella. Desde lo más profundo de mi alma te deseo que cumplas muchos más, mi querida...
He elegido esta foto porque siempre me ha gustado.
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