Mi querido Lizandro:
El mundo sigue girando a pesar de tu ausencia y tal vez por ello nos resulta mucho más difícil seguir, sin tu voz reposada, sin tu aliento, sin tus sabias reflexiones. Hace un par de días, sin ir muy lejos, volvió a haber otro atentado, esta vez en Estambul, como un goteo permanente que perforará algún día la roca y la hará pedazos. Tal vez en lo que estarías más involucrado, como siempre lo hacías, sería en la penosa situación de los discapacitados y la ceguera, sordo-mudez del gobierno boliviano que se niega a atender sus razones. Ya sé que sería algo que te quitaría el sueño, solidario como eras con los temas que atingen al ser humano.
La familia está bien. En términos generales, digo, porque tu ausencia ha sido como caminar por el desierto africano con apenas un litro de agua y sin encontrar una protectora sombra. Hemos tratado de apoyarnos los unos a los otros, pero los momentos agujero negro son aquellos en los que tenemos que enfrentarnos a nuestra propia mente, empeñada en recordarnos que ya no estás y es cuando caemos en un abismo sin límites, un caer infinito hasta que decides cambiar de tercio, hasta que decides que lo mejor que nos ha podido pasar a todos ha sido disfrutar de tu presencia, un minuto, varias horas, años, una vida.
Rafael sigue siendo tu hechura. Brillante en los estudios y buena gente, como si cada día homenajeara el hecho de haber sido hijo tuyo. Te puedes sentir muy orgulloso y feliz.
El mundo anda mal, nuestro planeta enferma y no veo soluciones a corto plazo. Pero mejor no hablar de infortunios.
Donde quiera que estés, energía tú, sé que serás energía de la buena...
Qué decirte, mi querido, a veces los que quedamos atrás quisiéramos acompañarte, finalmente todos vivimos camino del cementerio, que diría el cantautor. Pero aquellos que os vais antes, qué vacío nos dejan.
Un año ya sin ti... Cómo duele.
Te quiero...
Yoss
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