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Por qué occidente alaba a Malala pero ignora a Ahed?

Por: Shenila Khoja-Moolji *
Traducción: Yocelynn Olmos O.


Ahed y su madre Narimam

Ahed Tamimi, una niña Palestina de 16 años de edad, fue arrestada recientemente en una redada nocturna en su casa. Las autoridades israelíes la acusan de "agredir" a un soldado israelí y a un oficial. Un día antes se había enfrentado a soldados israelíes que habían entrado en el patio trasero de su casa familiar. El incidente ocurrió poco después de que un soldado le disparó a su primo de 14 años en la cabeza con una bala de goma, y después de que tirasen botes de gas lacrimógeno directamente en su casa, rompiendo ventanas.

Más tarde, su madre y su prima también fueron arrestadas. Las tres permanecen detenidas.

Ha habido una curiosa falta de apoyo por Ahed de los grupos feministas occidentales, de los defensores de los derechos humanos funcionarios del estado que de otro modo se presentan como proveedores de derechos humanos y campeones del empoderamiento de las niñas.

Las campañas de empoderamiento de las niñas en el Sur global son innumerables: Niñas Arriba, Niñas que se levantan, La cumbre de las Niñas 20, Porque yo soy una niña, Deja a las niñas aprender, La declaración de las niñas.

Cuando un miembro de Therik-e-Taliban disparó a la cabeza a la activista de 15 años Malala Yousafzai, la reacción fue crudamente diferente. Gordon Brown, el saliente Primer Ministro del Reino Unido, emitió una petición llamada “Yo soy Malala” mientras que la UNESCO lanzó la campaña “Levántate por Malala”.

Malala fue invitada a conocer al presidente Barak Obama, también al Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, y se dirigió a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Recibió numerosos elogios al ser nominada una de las 100 Personas más influyentes por la Revista Time y Mujer del Año por la revista Glamour al ser nominada al Premio Nobel de La Paz en 2013, y nuevamente en 2014, cuando lo ganó.

Representantes estatales tales como Hillary Clinton y Julia Gillard, tanto como prominentes periodistas como Nicholas Kristof hablaron alto para apoyarla.

Pero no vemos una campañas tales como #IamAhed o #StandUpForAhed que salgan en los titulares. Ninguna de las feministas usuales y grupos por los derechos o figuras políticas han emitido declaraciones apoyando o reprendiendo al estado israelí.  Nadie ha declarado un Dia Ahed. De hecho, Estados Unidos en el pasado incluso le negaron la visa para hacer un recorrido dando discursos.


Ahed, como Malala, tiene una historia sustancial de levantarse contra las injusticias. Ella ha estado protestando contra el robo de tierras y agua por los asentamientos israelíes. Ella ha soportado muchos sacrificios personales, ha perdido a su tío y primo a causa de la ocupación. Sus progenitores y su hermano han sido arrestados una y otra vez. A su madre le han disparado en la pierna. Hace dos años, otro vídeo sobre ella se convirtió en viral, entonces ella estaba tratando de proteger a su hermanito de ser arrestado por un soldado israelí.

¿Por qué Ahed no es beneficiaria del mismo llamamiento internacional como Malala? ¿Por qué la reacción hacia Ahed ha sido tan diferente?

Hay múltiples razones por este silencio sordo. La primera entre ellas es la extendida aceptación de la violencia estatal sancionada como legítima. Mientras las acciones hostiles de actores no estatales como los Talibán o los guerreros de Boko Haram son vistos como fuera de la ley, la misma agresión proveniente de un Estado es a menudo considerad apropiada.

Esto no sólo incluye formas abiertas de violencia tales como ataques de drones, arrestos ilegales y brutalidad policial, pero también los menos obvios asaltos como los de la distribución de recursos como tierras o agua. El Estado justifica estas acciones presentando a las víctimas de las injusticias como amenazas al funcionamiento del mismo.

Una vez declarada la amenaza, el individuo es fácilmente reducido a la vida desnuda, una vida sin valor político. El filósofo italiano Giorgio Agamben ha descrito esto como un tiempo/lugar sancionado por el poder soberano donde las leyes pueden ser suspendidas; estos individuos pueden por consiguiente ser un blanco de la violencia soberana. Los terroristas a menudo caen en esa categoría. Además, la ejecución de los sospechosos de terrorismo con ataques de drones sin un proceso judicial debido no es seguido de mucho alboroto público.

La policía israelí ha desplegado una estrategia similar aquí. Ellos han argumentado para extender la detención de Ahed porque ella “supone una amenaza” a los soldados (representantes del Estado) y podría obstruir el funcionamiento del Estado (la investigación).

Dar visibilidad a palestinos desarmados como Ahed –quien simplemente estaba ejerciendo su derecho de proteger el bienestar de su familia con toda la fuerza que puede tener la mano de una niña de 16 años- de la misma manera que un terrorista es inconmesurable. Tal marco abre el camino para autorizar la tortura excesiva –el ministro de Educación israelí, Naftali Bennet, por ejemplo, desea que Ahed y su familia “terminen sus días en prisión”.
Ahed, de 11 años, llora por la muerte de su familiar, Rushdi Tamimi, quien fue disparado por las fuerzas israelíes durante las protestas de noviembre de 2012 (Reuters, Mohamad  Torkamon)

El sufrimiento de Ahed también expone el humanitarismo selectivo de occidente, en el cual sólo particulares cuerpos y causas merecen el valor de intervenir.

La antropóloga Miriam Tickin argumenta que mientras el lenguaje de moralidad para aliviar el sufrimiento corporal ha venido a ser dominante en las agencias humanitarias hoy, sólo un particular tipo de sufrimiento corporal merecer recibir esta atención. Esto incluye el excepcionalmente cuerpo femenino violado y el patológicamente cuerpo enfermo.


Esta noción de sufrimiento normaliza los cuerpos de los trabajadores y explotados: “estos no son la excepción, pero sí la regla, y por lo tanto son descalificados.''

Problemas como desempleo, hambre, amenaza de violencia, brutalidad policial y denigración de las culturas no son consideradas, por lo tanto, merecedoras de una intervención humanitaria. Tales formas de sufrimiento se ven como innecesarias e incluso inevitables. Ahed, de esta manera, no entra en el ideal de víctima sujeto de una defensa transncional.

Además, niñas como Ahed que critican los asentamientos coloniales y articulan perspectivas de cuidados comunitarios no son la feminidad empoderadora que Occidente quiere valorizar. Ella busca justicia contra la opresión más que un empoderamiento que la beneficie sólo a ella.

Su feminismo es político, más que otro centrado en productos y sexo. Su poder de niña amenaza con revelar la fea cara del colonialismo de los asentamientos, y por lo tanto es marcada como “peligrosa”. Su coraje y falta de miedo representan vivamente todo lo errado de esta ocupación.

La difícil situación de Ahed debería impulsarnos a interrogarnos sobre nuestro selectivo humanitarismo. Individuos que son víctimas de la violencia estatal, cuyo activismo destapa los vicios del poder, o aquellos derechos que defienden los centros comunitarios de cuidados, merecen ser incluidos en nuestra visión de justicia.

Incluso si no lanzamos campañas por Ahed, es imposible que podamos escapar a su llamada de debilitación en masa, de desplazamiento y desposesión de su gente. Como dijo Nelson Mandela, “Nosotros sabemos muy bien que nuestra libertad es incompleta sin la libertad de los palestinos”.

*Shenila Khoja-Moolji es investigadora de género, Islam y estudios de la juventud.
Publicado por Al Jazeera: http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/west-praising-malala-ignoring-ahed-171227194606359.html

 
 

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