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Cuando la censura te raspa

 Creo que no transcurrieron ni diez minutos cuando feisbuk me anunció que me volvía a mandar a la sillita de pensar por siete días ya que había "pecado" otras tres veces. El castigo consiste en que tú puedes entrar en tu cuenta, mirar lo que la gente comenta pero todo detrás de un cristal, así vas aprendiendo -como un niño/a pequeño/a- lo que debes y no debes hacer. Yo lo único que había hecho había sido comentar la entrada de alguien que había puesto en un cartelito (así el algoritmo no lo coge): "todas las mujeres son unas putas y los hombres, hijos de puta. Proverbio filipino". Es obvio que no es un proverbio filipino ni mucho menos y aunque el amigo que lo publicó, dice que no lo comparte, si lo hace es porque quiere molestar. El comentario salía clavado, yo le puse: Entonces todos los hombres son puteros. Y, zaz, me cayó la censura. Dizqué era un lenguaje que incitaba al odio. Si analizamos la frase, no creo que ninguna de las seis palabras lo haga. ¿Lo hace "todos"? Porque todos tiene que ver con el todas inicial. ¿Lo hace "hombres"? Porque hombres tiene que ver con el mujeres inicial. ¿Lo hace "puteros"? Mira tú, es una palabra reconocida por la la RAE y que significa, textual: dicho de un hombre que mantiene relaciones sexuales con prostitutas. Lo curioso es que feisbuk admite que a todas las mujeres se nos llame putas pero que a los hombres no se los toque.

Y aquí hay dos debates: uno es el de la prostitución y el otro, el de la censura, relacionada estrechamente con la libertad de expresión. 

Vayamos con el primero. La prostitución siempre se ha aceptado en la sociedad e incluso se decía que eran mujeres de "vida relajada", de "vida alegre" o de "vida fácil". En todos los debates con gente, incluso "leída", que he tenido sobre el tema siempre da la impresión de que las mujeres no se prostituyen nomás por tontas. Sólo con tener relaciones sexuales pueden tener una vida holgada e independiente. Y toda aquella que se opone es algo así como una monjita reprimida que nunca ha gozado del sexo. No ha sido hasta que el feminismo le diera el nombre al consumidor de la prostitución designándolo con la palabra "putero" que tanto les ofende, que este fenómeno empezó a observarse desde la óptica de las mujeres y a darle otro contenido. Ellos quieren ser simples clientes, la mayoría instalados en profesiones de prestigio o con mucho dinero, no quieren que se les señale con esa palabra tan fea (malsonante, dice la RAE) cuando ellos poco menos que son los que ayudan a vivir a esas pobres chicas que, de otra manera, no tendrían trabajo. Y el problema, para ellos, es que al darles un nombre, enseguida los definimos como lo que son: hombres que tienen sexo con una mujer que, por lo general, es obligada por sus circunstancias a ello. No niego que haya mujeres que lo hagan por gusto y que haya scorts de lujo, pero al no ser la mayoría, no sirven de norma. El debate puede ser más largo pero no es el tema central de esta entrada.

El segundo es la censura. Hace unos días, veía en un documental que Facebook tiene contratado un ejército de personas en Filipinas para que revisen las entradas que son captadas por el algoritmo o por las denuncias. Entrevistaban a una señora, muy pía ella, que medía sus criterios en base a su extremo catolicismo. Ese día pensé que a veces yo hacía comentarios basados en libros de 800 páginas especializados en cualquier tema y que iban a ser valorados por una persona que ha leído la Biblia sin espíritu crítico. Viví cinco años en una dictadura muy controladora en la que me llamaron varias veces a "corrección" por opinar un par de cosas de forma somera. Es así como te van amancebando. Primero te censuran y reprimen ellos, luego lo vas haciendo tú mismo para que te perdonen la vida y eso es lo más rastrero y lo que, a la larga, te va convirtiendo en indigno/a.

Confieso que he tenido la tentación de salirme del Facebook ya que aparte de que ganan dinero a nuestra costa, encima se dan el lujo de determinar lo que dices y lo que no. Pensaba crearme una cuenta paralela para comunicarme con mis amigos pero he decidido que no les voy a aumentar un cliente más. Aunque dados los miles de millones de personas que la usamos, uno a ellos menos no les hace ni cosquillas. Se merecerían que nos fuéramos en masa, como hicimos con WhatsApp.

Cuando le quitaron la cuenta de Twitter a Trump y, últimamente, a Vox, yo opiné que no estaba de acuerdo. Porque no es posible que cuatro grandes empresas definan lo que es o no es políticamente correcto, que reemplacen la labor de los jueces, las leyes y la justicia. Que estaba dispuesta incluso a aceptar que nos insultaran a las mujeres (que ha sido el caso) porque esa era la garantía de que yo podría opinar. Ya véis, ellos pueden decirnos putas pero nosotras no podemos decirles puteros, lo cual convierte a estas redes en políticamente correctas según sus quién-sabe-sobre-qué-base criterios. El resultado es, a todas luces, el pensamiento único y el fin de la opinión y de la creación.

¿Quién controla a quien nos controla?

That's the question...


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