Mi roomate y yo solíamos escuchar a Miami Sound Machine en nuestro cuarto, un poco a escondidas porque el régimen los tenía en la lista de los prohibidos. En la misma lista estaban también el cómico Álvarez Guedes y la serie Rambo, sobre todo aquélla en que el pésimo, más que pésimo, Stallone les daba con palo a los comunistas. Por ello mismo los escuchábamos y veíamos en nuestra habitación universitaria sólo por provocar, no por gusto estético.
Años más tarde, Gloria Stefan me acompañó en todo mi periplo a lo largo y ancho de España. La escuché en los bares de León, Sevilla, Córdoba, Granada, Toledo y Madrid: Sé que aun me queda una oportunidaaadd...", enunciaba y a mí me parecía una canción bonita aunque siempre me quedaba un resto de desagrado por lo que significaba el personaje.
La otra noche, la ví en el programa de Eva Hache, mientras esperaba mi serie favorita Queer as Folk hasta las tantas de la madrugada. Fue la última entrevista y por eso me la tragué con patatas. Se mantuvo con la retahíla esa del pueblo cubano y rodeada de fans entregados prometió cantar Mi Tierra en una Habana libre. Debo reconocer que yo también estoy esperando ese día, pero sólo el hecho de coincidir con la hija de un batistiano me da náuseas. Eso es lo que me revienta, los demócratas, que no estamos bien ni en el capitalismo ni en el socialismo, por eso de que creemos que no se puede poner linderos al agua, ni al aire; tenemos que compartir discurso con esta derechona que fue la causante de que se hubiera llegado al extremo alcanzado en Cuba. Porque resulta un poco extraño que una nieta de un chef de presidentes cubanos (¿Batista?) se haga la defensora de un pueblo que siempre fue olvidado. Puede ser sincera, lo sé. Pero no puedo evitarlo.
Como tampoco puedo evitar pensar que Eva Hache en esta entrevista estaba haciendo concesiones a la galería despues de haber sido definida por la derecha antediluviana española como izquierdista. ¿Es que tanto cuesta definirse como tal? Es como si nos diera vergüenza y quisiéramos lavarnos ese estigma peligroso. Quiero pensar que más que un lavado de cara ante la Cope y El Mundo era un posicionamiento demócrata siniestramente escorado que critica a Castro por habernos perjudicado el discurso revolucionario. Espero.
Cuesta tragarse a la Stefan, lo reconozco, aunque en mis épocas cubanas escucharla hubiera sido una forma revolucionaria de luchar contra la censura. Es que no puedo conmigo misma: no soporto ni la represión, ni la censura y basta que me prohiban algo para que ahí esté haciendo todo lo contrario.
Aunque la calidad esté lejos de lo deseable: ¿alguien en su sano juicio se ha metido una Rambo completita?
Pues eso.
Años más tarde, Gloria Stefan me acompañó en todo mi periplo a lo largo y ancho de España. La escuché en los bares de León, Sevilla, Córdoba, Granada, Toledo y Madrid: Sé que aun me queda una oportunidaaadd...", enunciaba y a mí me parecía una canción bonita aunque siempre me quedaba un resto de desagrado por lo que significaba el personaje.
La otra noche, la ví en el programa de Eva Hache, mientras esperaba mi serie favorita Queer as Folk hasta las tantas de la madrugada. Fue la última entrevista y por eso me la tragué con patatas. Se mantuvo con la retahíla esa del pueblo cubano y rodeada de fans entregados prometió cantar Mi Tierra en una Habana libre. Debo reconocer que yo también estoy esperando ese día, pero sólo el hecho de coincidir con la hija de un batistiano me da náuseas. Eso es lo que me revienta, los demócratas, que no estamos bien ni en el capitalismo ni en el socialismo, por eso de que creemos que no se puede poner linderos al agua, ni al aire; tenemos que compartir discurso con esta derechona que fue la causante de que se hubiera llegado al extremo alcanzado en Cuba. Porque resulta un poco extraño que una nieta de un chef de presidentes cubanos (¿Batista?) se haga la defensora de un pueblo que siempre fue olvidado. Puede ser sincera, lo sé. Pero no puedo evitarlo.
Como tampoco puedo evitar pensar que Eva Hache en esta entrevista estaba haciendo concesiones a la galería despues de haber sido definida por la derecha antediluviana española como izquierdista. ¿Es que tanto cuesta definirse como tal? Es como si nos diera vergüenza y quisiéramos lavarnos ese estigma peligroso. Quiero pensar que más que un lavado de cara ante la Cope y El Mundo era un posicionamiento demócrata siniestramente escorado que critica a Castro por habernos perjudicado el discurso revolucionario. Espero.
Cuesta tragarse a la Stefan, lo reconozco, aunque en mis épocas cubanas escucharla hubiera sido una forma revolucionaria de luchar contra la censura. Es que no puedo conmigo misma: no soporto ni la represión, ni la censura y basta que me prohiban algo para que ahí esté haciendo todo lo contrario.
Aunque la calidad esté lejos de lo deseable: ¿alguien en su sano juicio se ha metido una Rambo completita?
Pues eso.
Comentarios