Era mi amiga y pensé que ya que nos llevábamos tan bien la relación tendría una permanencia en el tiempo, hasta que la muerte nos separara. Lo que se espera de ciertos amigos, vaya.
Durante los años que tengo, y ya tengo más de lo que esperaba alcanzar, he contado con muchísimos amigos. Gran parte de ellos decidieron de motu propio que no querían seguir siéndolo. No niego que eso en algunos casos me afectara, aunque no luché por ellos porque creo que no necesariamente tenemos que ser imprescindibles para todos y, en otros, fue sólo el ademán mecánico de borrarlos de mis listas, reales y virtuales. Los más,los necesarios, se han mantenido a pesar de la distancia, el tiempo, los cambios de humor, de ideología, de fe; allí están y sólo media un toque al teléfono, un email, una visita, un encuentro.
Tengo un grupo pequeñito de hombres y mujeres a los que quise de buena manera y que aún los busco. Personas que han sido importantes para mí y a las que me gustaría integrar en ese mosaico que voy creando, al estilo Flashforward, en la pizarra de mi alma. Algunos, están en algún rincón del planeta y no son solubles a las búsquedas de internet. Pero no dejo de buscarlos.
Y hubo sólo una, una amiga maravillosa que decidió dejarme sentada en una acera del tiempo mientras se alejaba de mí. Durante seis años aguanté la mano para evitar llamarla. Supe de ella gracias a ecos lejanos, y siempre mantuve el deseo de volverla a ver. No importaba si no se había reconstituído, si había lamido sus heridas hasta hacerlas cicatrizar, si había dejado de ser la mujer precisa. Yo sólo deseaba que supiera que estaba allí, en palabra y omisión; que podía contar benedettianamente conmigo.
Y me llamó. Ahora me pregunto con qué ropa, con qué ropa debo esconder la ansiedad que me produce la posibilidad de volverla a ver; con qué ropa debo vestir el deseo de que todo vuelva a ser como antes; con qué ropa debo tapar el que la extrañé como sólo se extrañan las gentes buenas...
Con qué ropa... Dime tú, con qué ropa.
Durante los años que tengo, y ya tengo más de lo que esperaba alcanzar, he contado con muchísimos amigos. Gran parte de ellos decidieron de motu propio que no querían seguir siéndolo. No niego que eso en algunos casos me afectara, aunque no luché por ellos porque creo que no necesariamente tenemos que ser imprescindibles para todos y, en otros, fue sólo el ademán mecánico de borrarlos de mis listas, reales y virtuales. Los más,los necesarios, se han mantenido a pesar de la distancia, el tiempo, los cambios de humor, de ideología, de fe; allí están y sólo media un toque al teléfono, un email, una visita, un encuentro.
Tengo un grupo pequeñito de hombres y mujeres a los que quise de buena manera y que aún los busco. Personas que han sido importantes para mí y a las que me gustaría integrar en ese mosaico que voy creando, al estilo Flashforward, en la pizarra de mi alma. Algunos, están en algún rincón del planeta y no son solubles a las búsquedas de internet. Pero no dejo de buscarlos.
Y hubo sólo una, una amiga maravillosa que decidió dejarme sentada en una acera del tiempo mientras se alejaba de mí. Durante seis años aguanté la mano para evitar llamarla. Supe de ella gracias a ecos lejanos, y siempre mantuve el deseo de volverla a ver. No importaba si no se había reconstituído, si había lamido sus heridas hasta hacerlas cicatrizar, si había dejado de ser la mujer precisa. Yo sólo deseaba que supiera que estaba allí, en palabra y omisión; que podía contar benedettianamente conmigo.
Y me llamó. Ahora me pregunto con qué ropa, con qué ropa debo esconder la ansiedad que me produce la posibilidad de volverla a ver; con qué ropa debo vestir el deseo de que todo vuelva a ser como antes; con qué ropa debo tapar el que la extrañé como sólo se extrañan las gentes buenas...
Con qué ropa... Dime tú, con qué ropa.
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suerte!