Hace un tiempo ya, un escritor (cuyo nombre no recuerdo), incapaz de resistir inmune a los bombardeos de Israel sobre la franja de Gaza, decidió que aquel contrato social que había adquirido con los judíos después del holocausto, había finalizado. Era incapaz de tolerar que ellos (los judíos) se comportaran de una forma cercana a los nazis.
La idea (del contrato social) me pareció genial. No sólo para temas políticos, como Israel o Cuba, en los cuales tu compromiso de defensa se acaba por cansancio; sino también para todo tipo de relaciones, sean estas laborales, de amistad, buena vecindad o parentesco. Y empecé a aplicarlo y créanme, duermo de maravilla.
Así, los contratos invisibles que uno firma el día que decide que esa persona que está frente a tí cumple un maravilloso rol de amigo, de buen compañero de trabajo o escuela, o conocido de sombrero, o pariente por ADN, puede escindirse de forma unilateral y silenciosa.
Porque las relaciones son esa cosa que establecemos los seres vivos, que depende siempre de dos individuos, en las cuales hay cierta lealtad, compromiso, compañía, empatía, colaboración, apoyo, etc. Pero siempre de dos individuos. Cuando uno falla, y no estoy hablando a la primera, ni a la segunda, sino a la, más o menos, quincuajésima vez (porque todos podemos equivocarnos), estamos en todo nuestro derecho de declar finiquitado ese contrato escrito en el aire y hacer ¡fuz! y dejar que se vaya, que se marche, que se pierda, que desaparezca siempre de tu vida. Y no considerar ni siquiera que está muerto o muerta, sea el caso, porque hay muertos que conviene recordarlos cada día; simplemente, dejarlos marchar y olvidarlos como si no hubieran existido nunca, o quedarte solamente con aquel instante en el que estuvieron contigo y fueron algo más que peatón que cruza un paso de cebra, y por lo demás, dejarlos fluir, sin gastar una neurona en ello.
Reconozco que tengo entre mis relaciones, unas cuantas que tienen contrato indefinido de duración y que no dependen de nada, ni de nadie, ni siquiera de cómo sean ellas conmigo. Me estoy refiriendo, por supuesto, a las mujeres de mi vida (mi madre, mis hermanas y mis hijas) y a mi padre que, aunque muerto, no dejo de recordarlo.
El resto, lo siento, está sujeto a las múltiples pruebas de amistad, buena vecindad, y buena parentela. Lo cual implica que puede ser lavado, refregado, exprimido, secado y planchado. Todo para que esté siempre limpio.
Yo también me aplico. Conciente de que soy parte de ese contrato social que han establecido todos los que me rodean y trato de cumplirlo.
Y cuando no lo hago, soy la primera en sentirlo porque concedo a la otra parte el derecho que tiene de borrarme del mapa.
Así sea...
La idea (del contrato social) me pareció genial. No sólo para temas políticos, como Israel o Cuba, en los cuales tu compromiso de defensa se acaba por cansancio; sino también para todo tipo de relaciones, sean estas laborales, de amistad, buena vecindad o parentesco. Y empecé a aplicarlo y créanme, duermo de maravilla.
Así, los contratos invisibles que uno firma el día que decide que esa persona que está frente a tí cumple un maravilloso rol de amigo, de buen compañero de trabajo o escuela, o conocido de sombrero, o pariente por ADN, puede escindirse de forma unilateral y silenciosa.
Porque las relaciones son esa cosa que establecemos los seres vivos, que depende siempre de dos individuos, en las cuales hay cierta lealtad, compromiso, compañía, empatía, colaboración, apoyo, etc. Pero siempre de dos individuos. Cuando uno falla, y no estoy hablando a la primera, ni a la segunda, sino a la, más o menos, quincuajésima vez (porque todos podemos equivocarnos), estamos en todo nuestro derecho de declar finiquitado ese contrato escrito en el aire y hacer ¡fuz! y dejar que se vaya, que se marche, que se pierda, que desaparezca siempre de tu vida. Y no considerar ni siquiera que está muerto o muerta, sea el caso, porque hay muertos que conviene recordarlos cada día; simplemente, dejarlos marchar y olvidarlos como si no hubieran existido nunca, o quedarte solamente con aquel instante en el que estuvieron contigo y fueron algo más que peatón que cruza un paso de cebra, y por lo demás, dejarlos fluir, sin gastar una neurona en ello.
Reconozco que tengo entre mis relaciones, unas cuantas que tienen contrato indefinido de duración y que no dependen de nada, ni de nadie, ni siquiera de cómo sean ellas conmigo. Me estoy refiriendo, por supuesto, a las mujeres de mi vida (mi madre, mis hermanas y mis hijas) y a mi padre que, aunque muerto, no dejo de recordarlo.
El resto, lo siento, está sujeto a las múltiples pruebas de amistad, buena vecindad, y buena parentela. Lo cual implica que puede ser lavado, refregado, exprimido, secado y planchado. Todo para que esté siempre limpio.
Yo también me aplico. Conciente de que soy parte de ese contrato social que han establecido todos los que me rodean y trato de cumplirlo.
Y cuando no lo hago, soy la primera en sentirlo porque concedo a la otra parte el derecho que tiene de borrarme del mapa.
Así sea...
Comentarios
Pero, al menos, yo doy la cara...
Cuando Ud. quiera discutir sobre el tema, me gustara saber con quien lo hago.
(aunque todo parece indicar que no se trata de escuchar argumentos, pues todos los dias, durante los largos bombardeos israelies sobre Gaza, otros argumentaron mejor que yo y, al parecer, a Ud. no lo convencieron, por lo tanto, no creo que yo lo convenza. Mas parece una cuestion de fe y en esos campos no me muevo).
Yoss
(siento lo de los acentos)
isolde
Aclaro que el tema de fondo, lo del contrato social, me parece genial. Eso no lo discuto.
Lo que hice fue observar el exceso de comparar un proyecto que buscó el exterminio de una raza, con un Estado que se defiende de agresiones. Con el agravante de que los agresores, islamistas radicales, sí plantean el discurso nazi de exterminio judío y eliminación del Estado de Israel.
En síntesis... no dejemos que nuestra sensibilidad sea manipulada, usemos la razón para defenderla.
Todos tus articulos, sin excepcion, son absolutamente fantasticos no solo lo creo yo Madelaine Olmos Ortiz,tu hermana mayor,sino todos mis amigos, muchos, que leen tus blogs.Los que siempre me piden que te diga que a travez de tus escritos les haz dado voz.And again, indeed!