“Quiero escribir, pero me sale espuma, quiero decir muchísimo y me atollo; no hay cifra hablada que no sea suma, no hay pirámide escrita, sin cogollo”.
(Intensidad y altura, Cesar Vallejo, 1892-1938)
Por Jenny Ybarnegaray Ortiz*
En primer lugar, quiero dejar plenamente establecido que aquí hablo en primera persona, que no represento a nadie más que a mí misma, y que lo hago desde mi posición de feminista frente a quienes hoy nos señalan a todas como encubridoras, como lo hace la periodista Lupe Cajías, por ejemplo[1].
Hace algunos días se hizo público “el caso” de una “relación” del expresidente Morales con una muchacha a la que aventaja varias décadas en edad (podría ser su nieta) y, mucho más que eso, aventaja también en poder, dinero, mañas, historias conocidas y desconocidas. Desde ese lugar, desde la prerrogativa que todo ello supone, no ha lugar la palabra relación, que supone “correspondencia, proporción o equivalencia de algo con otro elemento o cosa”, lo que existe es, simple y llanamente, una acción de abuso de poder de una parte hacia la otra, es decir, de Morales respecto de la muchacha.
Para alguna gente que por lo general, y sobre todo, tiene algún grado de afinidad con el poderoso, resulta ser que el problema no es el hecho mismo sino quién lo hizo público y la forma como se manejó la información. En esa misma línea se inscriben quienes sentencian que “toda persona es inocente mientras no se le demuestre lo contrario”. Voy a responder primero a estas personas. Les diré que tengo en cuenta quién fue la persona que “destapó” el entuerto, que doy por supuesto que lo hizo con intenciones e intereses que nada tienen que ver con empatía hacia la muchacha, y que no soy ingenua ni ciega frente al uso que de ello está haciendo mucha gente a la que sólo le interesa el escándalo porque supuestamente le resulta favorable a sus mezquinos y ruines intereses políticos. Entre otros (y otras) están quienes han estado levantando por ahí la consigna “con mis hijos no te metas” y que ahora no tienen el menor pudor al “meterse” con la hija de alguien. Y a quienes enarbolan el principio jurídico de presunción de inocencia también hay que responderles, diciéndoles que aquí aún no se trata de un juicio penal, que lo que se está ventilando por las redes sociales es un juicio moral, al que toda sociedad tiene derecho, más aún cuando el sujeto en cuestión resulta ser alguien que ostentó el poder absoluto en este país por tanto tiempo, y que si esto se da así es porque existen demasiados indicios de verosimilitud del hecho, que la persona sobre quien pesa ese juicio moral ha dado demasiadas señales, sobre todo durante su larguísimo periodo como presidente de este país, como para dar por hecho que lo que se ventila por la prensa y las redes es perfectamente creíble.
Meme de mi autoría (2018)
Lo que me provocó la noticia fue una inmediata sensación de repulsión, de asco, porque, aun cuando “se sabía” de esas “aficiones” del mandamás, no había salido hasta ahora a la luz pública un hecho así de concreto, así de evidente (por mucho que lo quieran disimular ahora). Durante sus años de mandato lo escuchamos decir, dizque en son de “broma”, frases como que por donde pasa Evo, las mujeres (ahora entendemos, las niñas, en realidad) inscriben en sus panzas la frase “Evo cumple”, o que su sueño al terminar su gobierno era retirarse a su chaco en el trópico de Cochabamba “con una quinceañera”. Entonces ¿por qué no habríamos de creer que lo anoticiado fuese verdad? Es perfectamente coherente. Es más, hubo decenas de rumores de que esto venía aconteciendo desde hace mucho tiempo.
Me repugna su comportamiento, en primer lugar y en primera persona, él es responsable de sus actos. Puedo intentar proyectar un perfil psicológico de Morales, algunas personas ya lo han hecho; aun cuando considero que hacerlo sin tener acceso al sujeto en concreto, a sus historias y confesiones, resulta un atrevimiento, lanzo aquí algunas ideas que pueden refrendarse en la literatura de las psicopatologías. Los personajes como él suelen ser emocionalmente inmaduros, incapaces de establecer relaciones equitativas con otras personas, particularmente en el ámbito sexual, más allá de sus inclinaciones hacia su propio sexo (homosexualidad) o hacia el otro (heterosexualidad). Su incapacidad para ello los conduce a buscar satisfacción allá donde la otra parte no pueda cuestionarlos, en este caso, en niñas-adolescentes que no han tenido experiencia previa; probablemente, este sujeto en particular, sea sexualmente impotente, esto lo deduzco de su propio lenguaje verbal y corporal, nadie que no lo sea tiene esa necesidad compulsiva de verbalizar permanentemente su “potencial sexual”. Pero, aquí lo dejo, porque no es mi intención llevar este asunto al ámbito del morbo del que tanta gente goza.
Si a ello se agrega su inclinación por la violencia (lo ha demostrado a lo largo de toda su vida), o su conducta ambivalente (“dos caras”) que pude conocerle cuando trabajaba en el programa de desarrollo alternativo en el Chapare hace muchos años –por ejemplo, cuando lo escuchaba arengar frente a “sus bases” en contra del programa y por la noche se lo veía jugar partidas de paleta frontón con los jefes de los proyectos, diciéndoles “jefe, me vas a disculpar, yo sé que ustedes hacen buen trabajo, pero si lo digo frente a mi gente, ya no me van a creer”–, el plato está servido. Alguna gente me cuestiona, con razón, por qué voté por él conociendo ese rasgo particular de su personalidad, respondo sin apocamiento que lo hice porque pensé que él podría reprimir esa tendencia en la circunstancia de no requerir del doble discurso. Me equivoqué, lo sé, no la reprimió, la llevó al extremo, por ejemplo cuando salió frente a la prensa a señalar que en los acontecimientos de Chaparina (conflicto TIPNIS) se había “roto la cadena de mando”, cuando él mismo fue quien ordenó la represión.
Ahora bien, como dice el refrán, “la ocasión hace al ladrón”, y Morales encontró en su posición de poder la ocasión perfecta para dar rienda suelta a todas sus mañas y a todos sus vicios. Pero, esto no hubiese sido posible sin un entorno propicio, por eso hago referencia a otro refrán: “Dios los cría y el Diablo los junta”; Morales se rodeó (o fue rodeado) por una camarilla de gente más inteligente que él, gente que nunca hubiese llegado al poder sin arrimarse como sanguijuelas a la piel del ídolo de barro que crearon, haciéndole creer que era el “número uno”, “el primer presidente indígena” del continente, un fenómeno que nace cada cien años (Gabriela Montaño dixit), el insustituible. Ese entorno todo le permitió, todo le apañó con tal de mantenerse ahí y reproducir su poder hasta la eternidad (ese era su sueño).
De “los hombres del presidente”, nada me sorprende, probablemente sean iguales o peores que él, muchos de sus correligionarios dieron muestras de ello, como Domingo Alcibia en la Asamblea Legislativa Departamental de Chuquisaca (quien, con la complicidad de Humala, fuere filmado en pleno acto de violación a una trabajadora de esa repartición), o Justino Leaño (diputado masista condenado a 23 años de cárcel por violar a su hija desde los 5 años de edad, y que logró fugar de su “arresto domiciliario”), o su gran amigo Percy Fernández (alcalde cruceño abusador y mete-mano), sólo para dar tres ejemplos.
"Galería de delincuentes" (meme de mi autoría, 2014
*Escritora, experta en asuntos de género.
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