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BORRADORES DE LA HISTORIA

 

Borradores de la Historia es un libro que surge de la necesidad de preservar las ideas que emanaron de los hechos acontecidos en Bolivia, entre el 20 de octubre y 12 de noviembre, y que no se perdieran en los confines y recovecos de las redes.

La producción de artículos que analizaban el hecho singular de la caída de Evo Morales, uno de los líderes que parecía destinado a permanecer por mucho tiempo a la cabeza de su país, Bolivia -tal como Erdogan o Putin-, fue tan dinámica, interesante y generosa que se hacía necesario agruparlos, clasificarlos y compartirlos con el fin de promover el debate. Por otro lado, también fue la comprobación de que hay una inteligencia colectiva con carga argumental y con un fondo de estudios y lecturas que ha sido capaz de sintetizar en las pocas líneas que ofrece un artículo de opinión, ideas que se venían procesando desde hace tiempo en el mundo de la academia y la prensa.

Este libro no pretende ser un fin en sí. Como buena compilación de artículos periodísticos y blogueros, intenta ser un primer borrador de la historia, como bien sugiere el historiador británico Paul Preston[1]. Ya vendrán los estudiosos, los ensayistas e historiadores a darnos más claridad conceptual para entender estos avatares; sus causas, sus cauces y las razones por las cuales llegamos a este resultado. Pero esa labor de cocción lenta tendrá que ir a las fuentes, a los documentos clave y a los testimonios de los protagonistas directos, para irnos abriendo, de forma pausada y sin reposo, la neblina que suele cubrir la verdad en estas críticas coyunturas. 

Pocas veces un hecho histórico de esta magnitud ha generado tan poco consenso. Quienes hemos seguido los debates en las redes, debates que se producen cruzando océanos, hemos sido testigos de posicionamientos inflexibles con consecuencias invariables: los que por un lado planteaban la existencia de un golpe de Estado, que sería el causante la caída del gobierno de Evo Morales y su posterior abandono del país con algunos de sus dirigentes y, por el otro, los que de diferentes maneras argumentaban que fue el resultado de una rebelión social que culminó en su renuncia (de Morales) y en un cambio de dirección por la vía constitucional. Estas posiciones se ubicaron en un paralelismo de imposible encuentro o modificación. Y tampoco permitía fijar puntos intermedios. Se convirtió en un relato en blanco y negro, de predefinición de quiénes eran los buenos y quiénes los malos (en dependencia del bloque elegido), cada uno con sus respectivas consecuencias, sin matices. En esta falsa dinámica de discusión, en la que parecía que no había forma de rebatir ni las bases ni las conclusiones, la mayoría no se movió un ápice y, me temo, tampoco le dio la oportunidad al contrario leyendo o escuchando sus argumentos. Esta coyuntura, de esta manera, quedó solventada de forma sencilla.

Dado que los momentos críticos o puntos de inflexión de la historia son acumulaciones de sucesos previos con múltiples variables, una explicación básica no nos permite analizar el fenómeno a profundidad. Estos instantes históricos más que sencillos suelen ser simples, lo que nos remite más bien a su esencia, a su raíz. Pero también, debido en gran parte a su intensidad, están cubiertos de una complejidad aparente que impide diseccionarla para entenderla a profundidad. Esta dimensión esencial, radical, de la historia es algo que muchas personas no captan por lo que es simplificada en eslóganes más manejables, con ideas fuerza preconcebidas.

En relación al momento histórico más importante de la segunda década del siglo XXI que vivimos los bolivianos, la profusión masiva de información -contaminada de bulos, muchas veces-, y con sucesos que ocurrían simultáneamente en varios puntos del país, hizo que fuera imposible abarcarlo todo y digerirlo calmadamente. No era difícil recibir por diferentes vías, teléfono, redes sociales o correo electrónico de artículos de análisis, comentarios y noticias. De pronto, me di cuenta que tenía un banco de información importante que fue creciendo cada día hasta conformar un material relevante sobre el cual trabajar: una variedad de puntos de vista que intentaban desentrañar las causas y las razones por las cuales hemos llegado a este punto. Reflexiones que pueden servir para que situaciones tan extremas no se vuelvan a repetir y la democracia boliviana nunca más corra peligro.

Se han agrupado los artículos en torno a cinco ejes temáticos, definidos por el aporte esencial de cada uno, aunque se encontraran varios puntos en común entre ellos. El primero, al que hemos llamado El extractivismo en la base, concentra los artículos que hacen un análisis económico del gobierno de Evo Morales y que explican cómo sus políticas no fueron tan diferentes de las de sus predecesores. En la segunda parte, a la que hemos llamado La fractura democrática, se encuentran aquellos que analizan cómo la racialización del discurso de Evo Morales y del MAS condujo a un binarismo que se resumía en la falacia "estás conmigo o estás en mi contra". Esta simplificación del discurso les dio la facilidad de gobernar en base a un secuestro de la palabra, de la oposición constructiva y, definitivamente, de la democracia. En el capítulo Golpe o rebelión, los diferentes autores hacen un análisis fundamentado para optar por una de las propuestas. Cabe aclarar que no hay una sola propuesta -de las seleccionadas- que pretenda "abrillantar" al gobierno saliente acuñando el concepto golpe de Estado. En el capítulo El MAS en su laberinto, se analiza cómo este partido, que fue un anhelo de muchos bolivianos, pasa de ser un referente de los movimientos sociales a un simple partido tradicional como aquellos que intentaba reemplazar. Y, finalmente, en el capítulo La dura transición, nos adentramos someramente en los sucesos posteriores.

En el capítulo  Extractivismo en la base, el economista Alejandro Nadal, nos recuerda el buen momento económico, con altos precios de las materias primas, que permitió el éxito de las medidas sociales de los presidentes Kirchner,Lula, Correa y Evo Morales. Nadal plantea que no basta con entregar dinero para que desaparezca la pobreza, que hacen falta medidas macroeconómicas que constituyan una política redistributiva duradera. También nos recuerda los efectos que tiene el extractivismo sobre el medio ambiente y que Bolivia es el país del mundo más contaminado por mercurio.

En esta línea, Silvia Rivera Cusicanqui sugiere ya en el título de su artículo que lo sucedido en Bolivia no fue más que un largo proceso de degradación. Nos recuerda cómo el gobierno del MAS se hizo cada vez más autoritario rompiendo la relación que tenía con los pueblos indígenas al pasar de largo de los efectos que tenía la producción de coca, la minería o la quema del bosque con el fin de producir carne para China. Y ya visualiza que la derecha va a seguir por la misma senda a fin de consolidar el agronegocio de Morales. En la entrevista, que le realiza Gloria Ramírez, profundiza en esta idea, donde además hace una crítica bien fundamentada del rol de los bonos como forma de disciplinamiento. También plantea que para las tierras bajas hay una suerte de Plan Cóndor que busca su destrucción. Y hace una crítica a la izquierda masculino-centrada a la que denomina de “arcaica” e introduce la "matria" expresión que se refiere al subsuelo indio de América, contrapuesta a "patria”, más bien relacionada con las fronteras.

La duda, bien fundamentada, de que la caída de Evo Morales se debiera a su política en torno al litio, la pone Pablo Villegas, el que, con datos contrastados y contrastables desmonta la teoría del litio como base de un golpe de Estado. Por otro lado, también cuestiona la política industrial de Morales demostrando que Bolivia nunca dejó de ser un país productor de materias primas, a pesar de toda la propaganda al respecto.

En el capítulo La fractura democrática, Raquel Gutiérrez intenta desarmar la lógica de polarización, enfrentamiento y “champa” guerra. Su análisis parte desde la constituyente y cómo el gobierno del MAS, en lo que ella llama un fraude de diez años, hizo todo lo posible por evitar la ampliación de la democracia. Gutiérrez hace una crítica acerada de lo que llama el triángulo simbólico patriarcal por excelencia: la víctima, el verdugo y el redentor, los tres hombres que protagonizaron el enfrentamiento del momento: Morales, Camacho y Mesa.

Raúl Zibechi nos recuerda cómo los movimientos sociales le fueron restando su apoyo al MAS después de haber sido su sostén al comenzar su mandato. Cómo se fue apropiando de mala manera de las organizaciones indígenas, sindicales y sociales, cuyos legítimos dirigentes fueron purgados, apartados o encarcelados, y que por ello, cuando la derecha entró al Palacio de Gobierno, lo hicieron libremente porque ya no estaban allí para defenderlo.

in embargo, se produce a su favor lo que Carlos Arze llama la "racialización" del discurso masista que viene acompañado del abandono de la lucha de clases. Califica de impostura la victimización de Evo aduciendo su condición de indígena dado que ha gobernado justamente en contra de los indígenas que dice representar. Esto se vio reflejado en la priorización de sus políticas: la acumulación de ganancias capitalistas y la captura de la renta proveniente de la explotación de recursos naturales lo cual requería el enfrentamiento con los pueblos indígenas, acompañándolo con una feroz represión.

Todo esto condujo a lo que denuncia Gonzalo Colque: la política binaria del gobierno del MAS, del todo o nada. Desentrañar este hecho no sólo para definir el discurso de los catorce años de gobierno, sino también para entender la mirada simplificada de la izquierda internacional a favor de Evo Morales, a la vez de contribuir a contrarrestar el retroceso de la inclusión de las mayorías indígenas y los sectores populares. Esta política dicotomizante del MAS dividió a Bolivia en dos frentes antagónicos e instaló en el ámbito estatal la narrativa de las “dos Bolivias”. El costo de retener el poder por encima del proyecto popular-campesino-indígena de transformación del Estado desde abajo y desde adentro fue haber arrastrado en su caída uno los instrumentos políticos más representativos de los pueblos.

Aprovechando sus lecturas de Orwell, en especial lo escrito por el autor después de haber visto de cerca la Guerra Civil Española y haberse desilusionado del manejo de las palabras, y su crítica a cómo se apelaba a las emociones y a las creencias personales en vez de tomar en cuenta los hechos objetivos, Hugo José Suárez establece un paralelismo de cómo la izquierda de México (y de otros lugares) acepta lo que dice Evo Morales porque lo dice Evo, sin detenerse a pensar cuál es la realidad.

Robert Brockmann lanza la reflexión de cómo fue posible que los bolivianos permitiéramos que Evo Morales gobernara en medio de purgas, persecuciones, juicios, encarcelamientos, asesinatos, de dirigentes cívicos, periodistas y otros ciudadanos, especialmente en, y del oriente. Una de las respuestas es que esta suma de arbitrariedades de las que Evo Morales siempre salía limpio se debía a que la gente solía decir que no era él el causante sino su entorno.

Esta democracia tan alabada por muchas personas no fue tan idílica, como nos recuerda Sonia Montaño, al hacer referencia a los hechos luctuosos ocurridos durante los catorce años de permanencia de Evo Morales en el poder en los que el gobierno asesinó a más de ochenta bolivianos, incluido el viceministro Illanes, a quien abandonó, hasta su muerte, en manos de cooperativistas mineros, en 2016.  También nos recuerda a mujeres asesinadas por sus parejas y exparejas, que suman más que todos los hombres muertos en enfrentamiento, y donde algunas como la de Hanaly Huaicho, involucran a gente muy poderosa.

Carlos Mesa nos dice que la metáfora de García acerca de que, si Morales se iba, el sol se escondería y la luna se escaparía es menos ridícula de lo que muchos intelectuales creyeron, porque, en realidad, este tono de didáctica les ha funcionado muy bien y ha marcado las pautas comunicacionales de cualquier gobierno autoritario. Que un reflejo de esto fueron las dos noches de auténtico terror que se vivieron en La Paz posteriormente a la salida de Morales.

En la carta que escribiera Jenny Ybarnegaray a Evo Morales,le aclara que, al no haber gobernado para todos los bolivianos sino más bien para sus acólitos, no se le puede llamar presidente sino más bien medio presidente. Y pone en relevancia la impostura por la separación que existió durante su gobierno entre el discurso y los hechos.

En el capítulo que produce más debates, Golpe o rebelión, encontramos una variedad de análisis. Empezamos con el Informe de la OEA, que podemos ubicarlo en el origen del desencadenamiento de una serie de situaciones que culminaron con la renuncia de Evo Morales y su posterior exilio en México. Éste es publicado el 5 de diciembre. En él se detallan las 12 acciones deliberadas que se realizaron para manipular los resultados de las elecciones a favor del MAS. A partir de esta publicación, se ha intentado desmentir algunas veces (el último caso protagonizado por dos académicos del MIT, contratados para la tarea por el Centro para la Investigación de Economía y Política (CEPR)) y, por lo tanto, se sigue intentado apuntalar todo un relato de la falsedad del fraude y un blanqueamiento de Evo Morales y el MAS. Conviene siempre volver a este informe porque ha sido elaborado por expertos en la materia, que han cubierto todas las fases de las elecciones, las previas, el momento electoral y el recuento, recogiendo información veraz y de primera mano.

Fernando Mires nos recuerda el origen de la definición de golpe de Estado, ubicando su origen en el siglo XVI como sinónimo de "golpe de autoridad" del rey, con la premisa de que quien está en el poder da un golpe de poder. Y nos presenta la conceptualización del mismo que vendría a ser: el sometimiento de todos los poderes públicos al Ejecutivo, representado en una entidad monárquica o presidencial, vale decir, un golpe de autoridad y de fuerza dentro del Estado. A partir de aquí va disgregando los diferentes "golpes de Estado" ocurridos en los últimos años, incluidos los de Zelaya, Lugo o el mismo Morales y responde de forma ilustrada a la pregunta de si hubo o no golpe de Estado.

La línea que separa la previsión de la causa suele estar difuminada, por lo que siempre queda la duda de si los que preveían un futuro golpe de Estado estaban detrás de él, lo promovieron o lo causaron, todo con tal de obtener beneficios. No sería la primera ni la última vez en la historia que una conspiración de este tipo cambiara el curso de los hechos. En este sentido, vale la pena leer con atención la entrevista que Marco Terguggi, de la revista Sputnik, publicada el 30 de octubre (esto es, once días antes de la renuncia de Morales), realizara al entonces ministro Quintana. En ella, el ministro preveía que se estaba desencadenando un golpe de Estado y que el fraude no era más que una coartada. Minimizaba el papel de la ciudadanía, que desde las elecciones había conseguido movilizarse de forma activa. Se planteaba, además, que la respuesta iba a convertir a Bolivia en un Vietnam contemporáneo. Y es cuando se pone en duda de si los sucesos posteriores no estarían orquestados desde el Palacio Quemado.

Max Fisher, en un artículo que recomendamos leer en su fuente, The New York Times, nos presenta los aportes de los académicos respecto a los límites entre golpes de Estado y rebeliones, que las líneas que los separan son muy tenues y que la toma de posición en torno a una u otra definición tiene connotaciones morales ya que los golpes de Estado se desaprueban y se consideran ilegítimos y las rebeliones se apoyan y pasan a ser legítimas. Para describir lo que sucede en Bolivia utiliza la expresión acuñada por Jay Ulfelder de “golpe de Schrödinger” para describir la ambigüedad de lo que puede parecer un golpe de Estado y a la vez no lo es y que ayuda a describir los sucesos bolivianos. A la vez hace una crítica a los gobiernos que acumulan poderes extraconstitucionales y que son destituidos por métodos extraconstitucionales, por lo que el derrocamiento de un dirigente puede ser visto como una restauración de la democracia o como su perturbación.

Juan Carlos Salazar del Barrio hace una comparación entre la rebelión boliviana que llevó a la renuncia de Morales y diferentes situaciones vividas en México, haciendo hincapié en la paradoja que resulta de que el actual presidente Andrés López Obrador hubiera reclamado fraude en dos elecciones y no permitiera que el pueblo boliviano hiciera lo mismo. Además, que apoyara a Evo Morales, no sólo concediéndole asilo, que es una tradición en este país, sino al haberle declarado vencedor en unas elecciones cuestionadas por la OEA.

El argumento del gobierno, entonces, se centró en que se trataba de una arremetida racista y discriminadora en la que se intentaba desconocer el voto rural. Evo Morales repitió con insistencia que su delito era ser un “presidente indio”. Y esa fue la estrategia internacional que cuajó en el imaginario colectivo de la izquierda mundial.

El escritor español, Ramón Lobo es uno de los representantes de la posición de la izquierda mundial respecto a los sucesos. Él defiende la tesis del golpe de estado pero a la vez hace una crítica constructiva del gobierno MAS-Morales y puntualiza todos los errores que condujeron a su caída.

Rafael Archondo en la pregunta ¿Por qué no nos creen? Resume la frustración de la lectura fácil realizada por la opinión pública mundial alineada en la postura del golpe de Estado sin haber analizado los sucesos con la profundidad que se merecían. Comparando a países tan diversos como México, Argentina y Bolivia “entiende” las razones por las cuales ocurre esto.

Raúl Prada Alcoreza hace una crítica acerada a la izquierda a la que denomina "colonial" y nos describe cómo su ceguera no les permitió ver que había un levantamiento popular en contra de la impostura, contra el desmantelamiento de la Constitución, contra la implementación de un modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, contra un gobierno anti-indígena, que ocupa sus territorios y los entrega a la vorágine de la explotación extractivista de los recursos naturales. Y que esto no sería más que una respuesta al golpe jurídico-político del gobierno clientelar y corrupto.

En el capítulo El MAS en su laberinto, Luis Tapia pone en valor la movilización ciudadana en rechazo al intento de legitimación del fraude de Evo Morales y nos cuenta cómo se fue organizando la ciudadanía en una expresión de la desobediencia civil autoorganizada, con una carga de cansancio acumulado y como rechazo al abuso y al autoritarismo gubernamental. Esto se convierte en resistencia y contención cuando el MAS comienza su fase destructiva como respuesta a la renuncia de Morales, a lo que llama la coyuntura de disolución de la dominación masista. También puntualiza que tal renuncia es el resultado de tres factores: la movilización ciudadana, el motín policial y el Informe de la OEA que certifica el fraude. También explica por qué opina que el MAS se ha convertido en la principal fuerza de derechas del país.

En la entrevista que le realizó Mery Vaca a la presidenta del Senado y militante del MAS, Eva Copa, podemos ver la evolución de esta senadora desde que tomó las riendas del Senado, apoyó al gobierno transitorio y ayudó a encaminar al país hacia la pacificación. Durante la entrevista, Copa muestra una actitud mesurada, reposada y dialogante, muy crítica con la anterior dirigencia que eclipsó a las bases.

Por último, en el capítulo denominado La dura transición, Alfonso Gumucio Dagrón nos recuerda los días de terror vividos con posterioridad a la caída de Evo Morales, entre el 10 y 12 de noviembre, ante la ausencia de la policía y el ejército y la pacificación que finalmente vino de algunos masistas que no se alinearon en la dinámica violenta.

Con el avance de los enfrentamientos en rechazo a la renuncia de Morales y cuando el ejército toma las calles, empiezan a aparecer los muertos del otro bando. Gabriel Mamani Magne hace una reflexión de la existencia de diferentes categoría de muertos y que los sucesos sólo sirvieron para hacer aflorar el odio existente y que un hecho tan luctuoso fue instrumentalizado para sostener los discursos y que quienes siempre ponen los muertos, son los pobres.

Y, finalmente, Guido Alejo Mamani con una ilustrada descripción de los sucesos de Senkata, en el que murieron 9 personas, pone en duda el relato presentado por el gobierno de transición de Jeanine Áñez y concluye que las acusaciones que se publicaron estaban falseadas. Y compara de forma acertada la legitimación de la represión a las movilizaciones tanto por el gobierno de Morales como por el de Áñez.

Uno de los riesgos de hacer una compilación son las ausencias de personas valiosísimas. Esto se notará en el presente trabajo, pero no serán debidas a un posicionamiento ideológico concreto, sino a varias razones: a que esa idea había sido enunciada de mejor manera mucho antes; tres buenos artículos no pudieron incluirse por razones de derechos de autor, uno de los cuales, por su importancia, se ha dejado señalado para ser consultado un par de autores no quisieron participar, uno por posicionamiento ideológico y, tal vez, por prejuicio y la otra, por haber sufrido una suerte de linchamiento virtual por haber dado su opinión y no quería que ésta se viera impresa; y, por último, un autor que, aunque tenía una acerada y valiosa crítica, no fue incluido porque se valoró si valía la pena su participación dadas sus dudosas opiniones negacionistas respecto a otro hecho histórico y que podían poner en validez el conjunto.

Ya tuvimos nuestra dosis de espanto, ahora nos toca la de cordura.


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