Para Sama es una película filmada con escasos medios por la estudiante de economía devenida en periodista, Waad al-Kateab, mientras estuvo bajo las bombas que asolaron Alepo, después de la rebelión contra la dictadura de Al Assad. Lo cierto es que verla te procude incomodidad, las bombas que caen constantemente, los heridos y los muertos, de los que no se ahorran imágenes, hacen que el tiempo transcurrido en el cine se te haga muy largo. Yo a veces pensaba que si a mí me parecía insoportable, cómo sería vivirlo de verdad. La diferencia es que yo salgo de la sala y se acaba, quien vive en guerra, sólo tiene como escapatoria arriesgarse y dejar todo atrás.
Claro que la película engancha porque va a eso, a impactarte. Pero mientras transcurrían los minutos, tenía la impresión de que nos estaban intentando colar algo. No fue hasta salir del cine, conversando con las otras personas que habíamos ido, que me di cuenta que en realidad el documental no era imparcial o neutro, que es lo que se espera de alguien que se proclama periodista, sino que intentaba atacar a una sola de las partes.
Llegadas a este punto, creo que nadie duda de que el régimen sirio hubiera ahogado con sangre una rebelión que lo único que pedía era ampliar la democracia y la participación ciudadana y que si para ello hacía falta bombardear, pues se bombardeaba. Hay consenso en ello. Pero lo que la autora obvia de forma abierta y sin reparos, es que lo que al comienzo era un grupo rebelde civil y democrático, deviene, con la ayuda de Turquía, en un movimiento islamista que hizo que la zona tomada de Alepo se convirtiera en un régimen de terror para sus habitantes. Quien ha seguido las noticias de cerca, sabe que sus habitantes vivieron auténticas matanzas a manos de los extremistas. Lo que sorprende de la cinta en cuestión es que al-Kateab pase someramente por este asunto y que constate primero que los rebeldes fueron desplazados por los extremistas islámicos para luego soltar la lindeza de que el régimen era peor que estos últimos. ¿En serio? Que se lo pregunten a los kurdos o asirios o a todos los pueblos que tuvieron que desplazarse por los horrores vividos en manos no sólo del régimen sino de las facciones islamistas.
En este sentido, creo que hay una suerte de complicidad de al-Kaleab con los extremistas. En su película se intuye que algo va pasando en el simbolismo del cambio de vestimenta de las mujeres que va mudando de ropa colorida al negro niqab, y en los hombres, a una espesa barba, salvo su marido. Pero ella es incapaz de señalar este sometimiento al que se ven obligadas las mujeres. ¿Es porque está de acuerdo con ello? No lo pareciera, viéndola vestida como occidental cuando recibe los premios, pero me queda la duda de por qué hace esta concesión. ¿A qué se debe este silencio? ¿A que lo impulsa el director inglés? ¿A que Turquía está interesada en limpiar su participación y como ella tiene a sus padres viviendo allí tiene algún miedo?
De cualquier manera, ella se presenta como una persona muy valiente, pero su valentía llega solamente ante el malo consensuado por todos, El Asad. Es decir, es fácil decir que el gobierno sirio es el malo de la película, sabes que todos te van a aplaudir, te van a financiar y tu vida no correrá riesgos. Otra cosa es cuando acusas a Turquía de financiar la resistencia y de introducir a mercenarios para masacrar a quien se opone. Y es que la guerra siria tiene muchas aristas. Si no se presentan todas -porque imagino que 300 minutos de grabación tendrían que dar para mucho- la historia es parcial y, por lo tanto, da una versión injusta de lo sucedido en la milenaria Siria.
Como estaba tan ansiosa de saber si otra gente había hablado sobre el tema, buscando en la red voy de cara a un maravilloso libro "Un autobús verde sale de Alepo", del poeta kurdosirio Jan Dost. Para empezar, el público hispano tiene la suerte de que ha sido traducido al español y publicado en la editorial Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Un esfuerzo merecidísimo de acercarnos a la realidad de estos países traduciendo las novelas de autores autóctonos.
Voy al libro. Vale decir que me lo leí de una tacada porque es imposible desprenderse de él. Ya sólo eso vale que se convierta en un libro de imperdonable lectura como lo fue "El niño con el pijama a rayas", por ejemplo. Y es que te sirve los horrores de la guerra en bandeja y, a diferencia de "Para Sama", no deja títere con cabeza. Se encarga, por supuesto, de acusar al régimen de Al Asad de los crímenes de guerra cometidos al bombardear ciudades y destruirlas con sus ciudadanos dentro. A las facciones, de haber utilizado a esos ciudadanos como escudos humanos. A los islamistas no les perdona la vida y nos cuenta con ejemplos los horrores cometidos. Ante todo, relata la vileza de la guerra, la transformación de gente común en carniceros deshumanizados, o en víctimas que hasta pierden la cabeza, en sentido figurado y real. Este horror relatado por Dost es de una lectura dolorosa pero a la vez es literatura pura.
Se nota que detrás de la pluma hay un poeta porque utiliza los recursos literarios sin freno, por lo que es un auténtico gozo leerlo, aunque a veces las lágrimas lo impidan. Es literatura militante por la paz. Lo que es inevitable constatar es su autenticidad y honestidad.
Y aquí voy a meter un spoiler que espero no te estropee la lectura: me ha recordado muchísimo a Pedro Páramo. Y es que lo real maravilloso es universal.
Cómpralo, léelo, disfrútalo, pero pídelo en tu librero local, así, de paso, contribuyes a la supervivencia de las librerias.
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