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Francotiradora (yo misma)

Cierro mis ojos...

Y es jueves y estamos en el Museo Nacional de Historia Natural al que nunca había ido. Nos habíamos propuesto pasar estos últimos días antes de tu partida, juntas. Estaban tus amigos, Dani y Álvaro, los inseparables. El plan era ir a la Granja de Segovia, pero como no habíamos alquilado coche y los autobuses salían muy tarde y había que aprovechar cada minuto del día, decidimos ser turistas en nuestra ciudad, Madrid.

Resilientes, acomodaticios y con el propósito de que el día valiera la pena haberlo vivido, estuvimos viendo animales disecados durante un buen rato, hasta que nos dio hambre y bajo un sol de justicia fuimos a comer a un patio de comidas cerca del Corte Inglés. Salvo el sol, que nos pegaba con fuerza, todo lo demás era perfecto. Como yo quería ver dinosaurios, volvimos al museo a verlos. A la salida, nos sentamos bajo el árbol más potente del parque frontal. Te dije que me sentía como si estuviera en un capítulo de Fringe, en un universo paralelo. Al frente, el ministerio en el que trabajo y voy a diario y la cafetería Khontiti, a la que voy alguna vez. Sentía que yo era otra Yoss, alejada de esa mujer sumida en la rutina laboral. Éramos libres y hablábamos mientras Álvaro no cesaba en hacernos fotos. Ya habíamos agotado el cubo blanco y ahora la sombra del árbol nos daba un color adecuado. Vosotros tres, artistas al fin, veíais todo en imágenes mientras que yo todo lo traducía en palabras, porque ya en mi mente estaba escribiéndote este manifiesto.

Mirando al otro universo, hablamos de las amistades que nos dejan. Yo todavía cargo con el abandono de RM, después de 26 años. Tú, con otras. Tan joven y ya has experimentado la caducidad. Yo te dije que a veces tenía ganas de rogarles que volvieran, que no podía vivir sin ellos, pero que rogar, no sabía. Me dijiste que por una cuestión de dignidad no podíamos hacerlo (yo estaba pensando en ti). Hace tiempo yo había comprendido que no te podía pedir que te quedaras, porque no se puede retener a quien se quiere marchar, ni atrapar a las hijas, porque destruiríamos sus alas, tan finas y potentes ellas.

Tú me habías contado de ese libro del francotirador, que solía cerrar los ojos para memorizar el espacio para darse cuenta cuando algo habría cambiado y empecé yo también a cerrarlos. Y a verte, y a memorizar cada milímetro de tu piel. A hacerte fotos con mi mente, cuando veíamos series o pelis (500 días con Summer que habla del desamor y es que la ausencia de las hijas duele más que el desamor, porque nadie nos había dicho que nos enamorábamos como adolescentes de nuestras crías), o cuando te acompañé a Urgencias y te dormiste a mi lado mientras yo te fijaba en mi memoria; o cuando escribías o, cuando en una cesión de tu tiempo, decidiste ir conmigo a la piscina, al spa y hasta al sauna. Yo clasificaba esos momentos en mi memoria consciente del daño que me haría luego recuperarlos. 

Cierro mis ojos y estás de tantas maneras. Con los ojos cerrados de imagino en ese otro mundo, al que todavía no has llegado y te pienso y te envío las mejores energías para que todo salga bien.

Cierro mis ojos y estoy en el aeropuerto. Cuatro personas que te aman te abrazan llorosos, te ven separarte, pasar los controles y desaparecer. Cuando era niña me gustaban los aeropuertos porque eran puertas a otro mundos, ahora me duelen porque implican adioses, aunque también retornos, que en el caso vuestro, tuyo y de tu hermana, suelen ser tan breves que hacen que el tiempo fluya veloz.

Cierro mis ojos y los colores son diferentes, percibo todos los olores, tu voz, los sonidos, los sabores...

Abro mis ojos y ya no estás. Muchacha de alma tan viajera, muchacha aventurera con el espíritu de los viejos exploradores. Me has regalado dos años intensos, porque a veces los hijos son así de generosos y sólo me queda la espera, encender la velita en la ventaba para alumbrar el camino de vuelta, con Beatriz Viterbo en la memoria (te llevaste ese libro, El Aleph, Borges, porque te leí el comienzo de ese cuento, de cómo el universo se empeña en continuar a pesar de las ausencias) y yo me quedo deseando que todos tus anhelos se cumplan...

Abro mis ojos y ya no estás... Y empiezo a hablarle a tu fantasma (como la canción)...

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