No tengo pueblo. Por lo tanto, tampoco coche. Estos mínimos definen una forma de vida en Madrid. Para moverme utilizo el transporte público, que no es rápido y, a veces, tampoco cómodo. En verano puedes morir de congelamiento en los autobuses y en invierno conviene no sentarse en los asientos para bobos de atrás porque puedes salir con quemaduras de primer grado. El metro es tu mejor amigo, porque además te permite avanzar en tus lecturas. A veces te encuentras maldiciendo haber llegado a tu destino porque no has terminado el capítulo, pero es parte de la aventura. Una de tus formas preferidas de moverte es, obviamente, a pie. Así, vas conociendo al detalle una ciudad que te viste con la comodidad de un calzado24horas: edificios bajitos, huellas de paso de perros por todas partes y ancianos que van a cámara lenta. Cuando no tienes dónde escapar haces de tu barrio, tu territorio, tu pueblo. Tu calle es la avenida central, la iglesia tu catedral y hasta tienes ayuntamiento sin alcalde.