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Mostrando entradas de febrero, 2012

Aborto sí/no

Hoy, domingo saldrá la manifestación de los antiabortistas por las calles de Madrid para contrarrestar la de la semana pasada, la que defendía los ingresos de la familia al completo, para distraernos de lo que realmente nos atenaza. Resulta cuando menos curioso que se llame Provida, como si la vida se debiera defender solamente hasta los cuatro meses de gestación. Curioso porque en esta corriente humana estará aquella gente que apoyó la guerra de Irak, es decir, el asesinato a mansalva de cientos de miles de humanos, hechos y derechos. Aquella gente que apoya el que la policía pegue sin contemplaciones a niñxs (otra vez) hechos y derechos. Sí, allí estarán aquellos empresarios -que coinciden con el partido convocante- que cuando una chica va a pedir trabajo, le preguntan si tiene planes de tener hijos y que la despiden cuando se embaraza. Es decir, si defienden el que una mujer siga adelante con su embarazo, deberían apoyarla desde todos los medios a su alcance, en el trabajo, en la es

Humor zafio de macho sublimizado (fue publicado en Los Tiempos, Revista Piedra Libre y Semanario Uno)

Gregorio Morán en sus Sabatinas Intempestivas recoge la siguiente frase de Ortega y Gasset: un país sin opinión pública está condenado a la mediocridad, y como no quiero ser corresponsable de la mediocridad, aquí voy. Con Morán, declaro mi día orteguiano y voy a lo que voy, y confieso que me han resultado repulsivas las coplas carnavaleras del presidente Evo Morales y su cohorte de ministros, realizadas en la misma Plaza Murillo, al son de la música tradicional, y rodeados de cholitas y sobre todo, de "misses". Estas últimas le dan aún más continente al asunto. Por la mitad de lo que han dicho estas gentes, las mismas feministas de las que espero una réplica, a Goni o Carlos Mesa los hubieran colgado de los cataplines de un árbol de esta histórica plaza, y hubieran hecho bien. Me dirán que el carnaval aguanta todo y que finalmente sólo son chistes, pero yo pienso que decir lo que se piensa en forma de chiste es mucho más dañino que un insulto porque rebaja al otro a la nulid

Gracias, Whitney...

Como me vio bajita de forma -léase tristísima-, mi amigo Coco Pinelo me invitó a ver "El Guardespaldas". Y, hete ahí, que el portento de voz de  la Whitney comenzó a filtrarse por mi piel, ingresar hasta la última capa, subirse a mis glóbulos rojos y blancos, viajar montados en ellos, invadir cada uno de los recodos de mi cuerpo para cruzar las paredes celulares e instalarse entre ribosomas y mitocondrias. Fue cuando mi cerebro me autorizó a llorar, en aquella sala oscura, con el pretexto de la pueril historia que se reflejaba en el écran de la pared, interpretado por la indomable Whitney y el a veces inexpresivo Kevin Costner. En realidad, lloraba por Eduardo. Mi amado amigo Eduardo Roca, al cual acababan de encontrar cadáver en una montaña cruceña llamada Amboró. Yo había conocido a Edu de forma casual. Trabajaba con Jorge, su hermano, en una institución de entonces y se podría decir que nos habíamos caído de lo más bien. Pero un día, me crucé con él en el ascensor y no

Frustrada carrera de piloto de MIG

Aquella lejana tarde de septiembre, en La Habana, supe que por culpa de mis amalgamas nunca sería piloto de MIG. Esa temprana revelación de la imposibilidad de lograr una profesión que nunca me habría imaginado seguir, lejos de ser frustrante, me provocó una larguísima carcajada. Habíamos empezado el día muy bien pues, después de tres penosas semanas en la Isla de la Juventud trabajando en el campo, al fin conoceríamos la capital de "La Isla", que era como llamábamos a esa suerte de edén para los revolucionarios de entonces. Aunque nuestro primer encuentro con la ciudad había estado lejos de ser satisfactorio ya que la habíamos encontrado desmejorada y sin la capa necesaria de maquillaje que su edad recomendaba. Después aprenderíamos a amarla sin denuedo, como se ama lo esencial, lo que tiene una hermosura sólida y transcendente. Pero sería mucho después, porque no era cuestión de amor a primera vista sino de un amor cocinado a fuego lento, con paciencia y salivita. Después