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Mostrando entradas de enero, 2007

Parque sí, golf no

Una de las cosas que debería aprenderse con los años es a respetar los deseos de los otros/as. Las imposiciones de los propios anhelos a los demás, además de estar anticuadas, son como dianas móviles. A veces puedes acertar y otras no. El pulso, siempre perdedor, con mis hijas me ha llevado a dejarlas elegir su ropa, juguetes y libros. Todo para mejorar la convivencia. Pero hay rechazos más sutiles y no por ello menos demostrativos del fracaso de las decisiones tomadas por unos para los otros. Hace unos años la cooperación interncional tuvo que inventarse el agua tibia, proponiendo lo que se llamó "La definición de la demanda diferenciada de la población". Así trataban de evitar tirar el dinero por la borda con proyectos absurdos como el de las letrinas en el altiplano, por ejemplo, que no esperaban que el pastor de ovejas viniera a usarlas como tal, sino como almacén de papas. Es que ellos necesitaban dónde guardar su cosecha pero nadie les escuchó, por lo que aceptaron, en

Doña Soledad

La paz termina cuando los que discuten intentan imponer su forma de pensar al otro. Se comienza hablando, luego gritando y se termina pegando si antes no nos paramos a pensar lo que estamos haciendo. La sordera, el pensamiento acabado, la falta de respeto y el paternalismo se encompinchan para acabar con el diálogo, la amistad y la convivencia. En Bolivia nunca pudimos vivir de forma pacífica. Un grupo social siempre impuso su forma de vivir y ver las cosas. Así el "indio de mierda" fue un apelativo de fácil uso que escondía unas formas de racismo que a veces bordeaban el "apartheid". Como siempre digo, era una forma de apartheid hacia nosotros mismos porque todos (la inmensa mayoría) tenemos algo de indios. Usando la comparación atribuída a los judíos, si sacudimos nuestro árbol genealógico se caen varios indios de las ramas. Muchos se avergonzarán de esta referencia, porque el "ser" indio está desvalorizado en la cultura occidental. Y, sobre todo, porque