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Mostrando entradas de abril, 2007
Como habíamos temido, hoy por la mañana ya el arbolito no estaba allí. Lo habían arrancado. Una demostración más de quién es el que manda. Felicidades señora presidenta, como dice su campaña: Espe jo de lo que somos Espe jo de lo que tenemos Espe jo de todo

El delito de plantar un árbol

No se puede decir que no fue una forma original de pasar mi cumpleaños: Los vecinos de Chamberí, espantados ante las múltiples pérdidas de árboles que padecimos en el parque de Santander, decidimos plantar una preciosa morera en una de las áreas del "nuevo parque". Era un sencillo homenaje al lugar que fue nuestro refugio entre tanto cemento durante muchos años. Para ello elegimos la zona más huérfana de árboles. Con mucho entusiasmo nos dimos a la tarea de cavar, primero, un pozo considerable ya que el arbolito en cuestión traía una buena base de raíces con grandes perspectivas de prosperar. Como hormigas trabajamos todos, trayendo agua unos y dándole a la pala los otros. Se fue reuniendo una pequeña multitud de personas que pasaban por allí para apoyarnos y decir que era una gran idea y que ójala a más gente se le ocurriera hacer estas cosas. Que hace muchos años la gente plantaba un árbol y le ponía una plaquita. Que era una magnífica idea y que n

Apología del delito

Tendría unos seis o siete años, por lo que no me dejaron subir al inmenso mango. Tal vez no era tan grande como lo recuerdo, pero a mí me parecía un edificio de muchas plantas con tantas alas como ramas. Allí subió mi hermana mayor, la rubia. Estábamos con un primo que nos llevaba a la ciudad desde Loma Alta, el pueblo en el que vivía la familia materna. Paramos a la vera del camino para sacar mangas. A los brazos generosos de ese legendario árbol, se subieron los "grandes" y nos dejaron a las pequeñas al pie esperando la lluvia del delicioso fruto. Mi hermana cantaba una canción que transformó aquel hecho en algo inolvidable con banda sonora incluída. Durante toda mi vida estuve buscando esa canción pero siempre se me cruzaba una de José Luis Perales que sonaba hasta en el silencio. El nombre del autor se había ido consumiendo en el eterno brotar de nuevas voces, nuevos cantantes, aunque algunos incondicionales lo acunábamos en el recuerdo de la infancia. Cuando me pusieron

Dorada España

(inspirada en el artículo escrito por Agustín Saavedra Weise en El Deber llamado "Españoles: de 'sudacas' europeos a receptores de 'sudacas'") Cuando criticó a Segolene Royal, debí haberme dado cuenta de qué pie cojeaba mi profesora de francés. Habla un francés elegante y fluido, salvo cuando comete el desliz de criticar arduamente a Zapatero, al que detesta con la militancia exigida en las manifestaciones del PP. No le perdona ni una. Ya sea sus "supuestas" charlas con ETA o cualquiera de sus leyes que parece que van a cambiar el curso de la historia española, y a mí me lucen timoratas tirando a frías. Probablemente, esta simpática mujer, excelente profesora de francés, haya sido una de las que despotricó cuando, nada más entrar al gobierno, el PSOE se largó una ley que legalizaba a cuanto bicho viviente pudiera demostrar que estaba en España antes de agosto de 2005. Se apuntaron casi un millón (o más, da igual). La España solidaria respiró agradec