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Mostrando entradas de agosto, 2018

Envidia

Tenía un nombre múltiplo de tres, Lidia Loza Flores, y era mi compañera de clase en la primaria. No recuerdo su cara ni cómo era, sólo que tenía una cicatriz de cuatro centímetros en la almohadilla del dedo gordo de la mano izquierda. Pero eso no es lo importante de esta historia, nada de su físico lo es. Ella tenía aquel objeto del deseo que cada una de nosotras, hombres y mujeres, conservamos anclado en algún cajoncito de la memoria. Durante un tiempo indeterminado, esa niña de 7 años había ido coleccionando los papeles metálicos de diferentes chocolates. Los había desenvuelto con cuidado, evitando que se dañaran, los había planchado -probablemente con un lápiz- y los había ido metiendo uno a uno en su libro de tercero de primaria. Los había de colores lisos, dorados, plateados, rojos, verdes, azules; o con flores y figuritas. Pequeños, medianos o grandes, indultaba a todos los que pasaban por esas pequeñas manos. No éramos amigas o no lo recuerdo, como tampoco recuerdo cómo es que