Una de las cosas que debería aprenderse con los años es a respetar los deseos de los otros/as. Las imposiciones de los propios anhelos a los demás, además de estar anticuadas, son como dianas móviles. A veces puedes acertar y otras no. El pulso, siempre perdedor, con mis hijas me ha llevado a dejarlas elegir su ropa, juguetes y libros. Todo para mejorar la convivencia. Pero hay rechazos más sutiles y no por ello menos demostrativos del fracaso de las decisiones tomadas por unos para los otros. Hace unos años la cooperación interncional tuvo que inventarse el agua tibia, proponiendo lo que se llamó "La definición de la demanda diferenciada de la población". Así trataban de evitar tirar el dinero por la borda con proyectos absurdos como el de las letrinas en el altiplano, por ejemplo, que no esperaban que el pastor de ovejas viniera a usarlas como tal, sino como almacén de papas. Es que ellos necesitaban dónde guardar su cosecha pero nadie les escuchó, por lo que aceptaron, en