Uno de los errores más comunes de los que llegaron al gobierno con una mayoría absoluta es creer que los ciudadanos les han entregado una chequera firmada. Le pasó a un José María Aznar que aún anda mascullando su maldigerida derrota. También a Hugo Chávez que, en términos coloquiales, se pasó más de tres pueblos, y al cual sus votantes le dieron el parón de golpe. Pero Chávez y Aznar tienen sus respectivos proyectos en pie, a pesar de la derrota. Sin embargo, no creo que lo mismo le pase a Evo Morales, que ha despilfarrado una indudable mayoría absoluta en los arcanos de un gobierno desnortado. Cuando ganó las elecciones, las masas que le habían votado depositaron la esperanza en su proyecto de anunciado tinte indigenista. La oligarquía cruceña, más poderosa que la minera que acababa de fenecer, afiló las uñas y comenzó a dar guerra aún antes de que se calentara el sillón presidencial. Hasta ese momento, habían disfrutado de unas dádivas considerables del gobierno central. Así crecie