En aquella carta que lamentablemente perdí, mi amiga Gretel me decía que lo que más lamentaba del tiempo que vivimos juntas en la universidad era no haber compartido más cosas conmigo. El tiempo. Desde esa reveladora misiva, he intentado siempre sacar el tuétano a los minutos, estirarlos y darles todo de sí. Tengo que reconocer que muchísimas veces no he conseguido hablar todo lo pensado, mirar todo lo deseado y acariciar todo lo anhelado. Cuántas veces fui egoísta y no di más de lo que podía por mera flojera o aplicando el recurso infantil del enfado fallé a los que más quería. Para después revolverme en el arrepentimiento y en el sollozo. Mi amiga, mi querida amiga Ilda pasó un par de terribles semanas antes de que finalmente los batablancas decidieran hospitalizarla. Hice tan poco por ella. Podía haber dado más, podía haber estado más, podía haber sido más. Pero más pudo la abulia de principio de primavera. Y ahora viene el arrepentimiento. Y ahora viene el sollozo. Me faltas...