Se llamaba Joaquín Fernández y ha sido el mejor profesor que he tenido en mi larga relación con los pupitres. Tenía un tic que hacía que pareciera que lo que habías dicho era una burrada. Un día, como introducción al tema correspondiente (enseñaba Seminario Especial de El Capital) nos preguntó -mientras hacía su recorrido entre los asientos- qué era más fácil, si lo simple o lo complejo. Nuestra clase, que tenía fama de ser la mejor de la facultad, contestó a coro: "Lo simple" y él movió la cabeza como siempre, acompañando el movimiento con una sonrisa elocuente. Como si se lo esperara. La siguiente pregunta también tenía trampa: ¿qué era más fácil? caminar o correr. Dijimos todos al unísono y desdeñosos: ¡¡caminar!! Pues no, dijo él y nos miró con sus tremendos ojos azules: caminar es lo más difícil, para caminar hay que dominar el miedo, tener curiosidad, aprender todos los movimientos, jugar con el equilibrio, hacer que tu cerebro funcione y se relacione con el resto del