El 4 de junio de 2012, los bolivianxs perdimos la inocencia. Es decir, nos pasaba como aquél que en sus fueros internos sabe que tiene algo muy grave pero no quiere reconocer que se muere, hasta que le hacen una tomografía y lo confirman. Para nosotrxs, la desaparición de Zarlet fue el diagnóstico definitivo que nos hizo, por fin, darnos cuenta que nuestro país es un enfermo grave. Porque fuimos pasando por alto el que aparecieran personas muertas en cualquier calle, pensábamos que eran víctimas de ajustes de cuentas de las mafias y, como no era con nosotrxs, sólo lanzábamos un comentario de estupefación e íbamos a lo nuestro; tampoco pensamos que fuera algo importante como para tomar cartas en el asunto, cuando nos enterábamos que asaltaban a la gente por Sopocachi, dándoles una paliza, sólo para robarles el celular. Y así, una larga retahíla de pequeños síntomas que sólo certificaban la putrefacción de nuestra sociedad, hasta que se la llevaron y con ella a otras chicas más: Rosm