Este septiembre me vuelve a entrar en vena. Con un verano que se resiste a dejarnos y con una serie de movilizaciones sociales que lo convierten en algo diferente a los últimos septiembres. Sumado a que marca un fin de una etapa de tu vida. Coincido con J.J. Millás en que la vida debería medirse en septiembres. De hacerlo, yo tendría 14. Catorce en los cuales tuve que verte partir y ser engullida en eso que llamamos escuela, que es como un monstruo grande que se alimenta de niñ@s aterrorizados, que lloran y moquean porque dejan el hogar, que es como una placenta en la que vivieron felices. Imposible no olvidar aquella primera vez en que te entregué a la sociedad, así, pequeñita, con tu vestidito verde, una coletita en el pelo, corriendo hacia mí, chillando por la separación. Fue una escuela horrible y tuve que buscarte otra más amable. Sabía por experiencia propia que ese primer acto de socialización tiene unas consencuencias notables en el desarrollo psico-social de las personas, por