E l lunes, mientras esperaba a una amiga, vi un lugar reservado para el estacionamiento de las personas con movilidad reducida y pensé que en Bolivia no había esos espacios, que suelen estar en la puerta de tu casa y que te facilitan la vida. Como la mente es libre, recordé a mi amada amiga Mecha y la vez que tuvo un accidente de coche en el que podía haber muerto. Cuando ella me lo contó, pude imaginar su cara de terror al ver que el otro coche le iba a dar exactamente en el lado donde ella estaba sentada, pues para entrar en la Universidad, ella había doblado a la izquierda, poniéndose a tiro. Era evidente su culpa pero la mujer con la que había colisionado fue muy amable porque tenía un buen seguro y el suceso no pasó de un susto y varios días de taxi. Todavía escucho su voz contándomelo y cómo nos reímos a gusto, una vez pasado todo. Pensé en escribirle para contarle sobre los vuelos de mi memoria y cómo me habían llevado a ella. Pero cuando llegué a casa y abrí mi correo, encontré