Mi querida, mi cariño mío: Cada ausencia se va convirtiendo en una apertura por donde se me enfría el alma y ya tengo la edad suficiente como para tener mucho frío. Hoy se cumple una semana de tu partida y recién tengo los aprestos para escribirte. Enero siempre entra con mal pie. Es un mes que se percibe muy largo. Empieza con la paga antes de navidad, que suele ser tempranera para contribuir al comercio, y ésta se acaba pronto y te deja con las ganas de empujar los días, de no vivirlos con tal de llegar a la siguiente; además, es cuando el frío se cuela por las ventanas, por los resquicios de las puertas y se manifiesta con dureza en las calles, golpeando indolente a los que viven en ellas. Apagadas las luces del árbol, guardados los regalos, acallados los villancicos, sólo toca afrontarlo como mal se pueda, con los ojos puestos en marzo. Para nosotros coincide con dos pérdidas importantes, la de la abuela Ángeles y la de mi amiga Ilda, que eligieron el mismo día, el