Cuando me preguntó por tercera vez quién era y qué hacía allí, me di cuenta que tenía Alzheimer. Con paciencia le volví a decir mi nombre y las razones por las cuales había atravezado un océano pocos días antes. Y es que mi hermana Kalúa había obviado este pequeño detalle de esa su amiga querida. Habíamos ido juntas a un té en su casa y todas las ahí presentes le explicaban una y otra vez las cosas a aquella mujer, con la cual estaban unidas no sólo por los tejidos en lana que era la razón de ser del grupo, sino por aquellos invisibles lazos razón de una amistad que ya peinaba canas. Pero entendí de inmediato a mi hermana puesto que cojeamos del mismo pie. Para mí, que tuve una pareja con muletas, un amigo quemado con napalm y una compañera que podía catalogarse como la más bella del planeta, no era difícil entender que cuando quieres a alguien queda sólo lo esencial, lo que hizo que esa persona calara en tu alma y se instalara de okupa para siempre. Sólo te das cuenta que son difere