El caso de Juana Rivas ha sido una suerte de "prueba del algodón" para la justicia y para el feminismo y sus allegados. Para la justicia ha sido un caso margen, de esos que al no ser extremos -llámese violaciones o asesinatos- sirven de garantía para que la justicia funcione. Es decir, si se actúa justamente en un caso de este tipo, podemos esperar que tambien lo haga en los demás. Y para las feministas y sus aliados, ha puesto a prueba nuestra capacidad de sororidad, de hermanamiento, de apoyo cerrado a una causa que nos compete a todas. No sólo ha habido algunas que han escrito que Juana Rivas no estaba en su casa, contraponiendo la campaña #JuanaRivasEstáEnMiCasa, sino que en las redes, los hombres que en otros temas relacionados suelen ser firmes aliados -tal vez porque son casos sin dobleces, sin arrugas- se han descolgado y algunos hasta han llegado a expresarse de forma violenta y agresiva. Este es un caso que ha limpiado de hipócritas el movimiento. Tal vez esa sea un