Domingo, día de las madres. Seleccioné un clavel rojo del ramo que había recibido y me dispuse a ir al hospital a visitar a mi amiga Lucía. Hacía un par de semanas que Lola, otra amiga, con su delicadeza y cuidado de no "estropearme" el día (ella es así de respetuosa pero no sabe que a mí todo lo que me cuente, me interesa) me relató por WhatsApp que había tenido que llamar a la policía y los bomberos para rescatar a Lucía, porque le habían dicho que hacía tres días que no iba a darle de comer a los gatos del centro deportivo del cual era alimentadora. La encontraron tirada en la ducha, justo los días más fríos de principios de primavera, en estado inconsciente. Al hospital fue a dar. Yo estaba en Bolivia y la noticia me dejó anonadada. Nada más llegar a España y en cuanto superé un poco el jet lag, fui el sábado a visitarla, con Lola. Yo traía una carga emocional demasiado pesada -había dejado a mi madre, a mis hermanas, a mis amigos, mi casa, detrás- y también tenía una