Ahora que tanto se habla de las marcas seguras, por eso de que las marcas blancas le comen terreno a las famosas, debo reconocer que para mí, Amenábar es una de ellas. Después de su maravilloso retrato del tetrapléjico Ramón Sampedro, decidí que cualquier cosa que pasara bajo su batuta tendría que tener el mismo nivel artístico y de reflexión. Pero cuando se comenzó a hablar de su última obra, Ágora, la más cara del cine español, con una crítica que no le asignaba la más mínima relevancia, decidí esperar a verla en vídeo, que es el nivel al que ponemos siempre los filmes que no consideramos lo suficientemente valiosos como para verlos en pantalla grande. Finalmente, fui al cine. Confieso que más para acompañar a una amiga, que por interés de la película. Allí, en medio del sonido de millones de palomitas masticadas por un par de centenas de mandíbulas comencé a viajar en el tiempo. Más precisamente cuando el conocimiento valía tanto como la mejor de las mercancías. Entrar en la bibliot