Le dije a Ilda que a la mañana siguiente iríamos a dar una vuelta a la "isla", (ella llamaba así al centro de enfermeras del área de críticos) y cantamos juntas "Vamos de paseo, sí, sí, sí. Con un coche feo, sí, sí, sí..." No sé por qué tenía la certeza de que a la mañana siguiente, viernes, la encontraría nuevamente sentadita en el sillón, esperándome. Sería la última canción que cantaríamos juntas y la última vez que hablaríamos. Ahora me parece increíble que no hubiéramos elegido un tango ( Percal , el que ella amaba), que sería lo suyo ya que era argentina, y más bien hubiera brotado un estribillo de coche infantil de cinco pesetas. Nuestra amistad había pasado por muchísimas estaciones, que casi no consigo definir, pero en la penúltima, empezamos a evaluar y a recordar nuestras anécdotas de vida. Hasta que fue perdiendo la voz y un domingo, hace dos domingos, la fiebre me amenazó con llevársela y sentí que todavía teníamos cosas pendientes (también ella) y v