Yo trabajé en el Chapare, la zona donde se produce la coca y de donde es líder Evo Morales. Visto a la distancia y mirando por mi ventana la calle de Madrid en la que vivo, con música de fondo mientras escribo, me parece una excentricidad. Pero para lxs bolivianxs no es nada raro, pues es una zona realmente preciosa y es recomendable dejarse caer alguna vez por allí. Pero lo era aún más la primera vez que viajé a uno de sus pueblos, allá por 1983. Íbamos a dar un taller a maestros rurales que ejercían su sacrificada profesión en ese lugar inhóspito. Eran épocas rudas, cuando en Sinahota se vendía la droga en la calle, como quien vende patatas o cuando no era raro encontrarse a alguien colgado de un árbol. Linchado, como bien apuntaba Borges, viene de Linch. Y sí, allí era normal. Tanto que por esas mismas épocas, una persona querida, muy cercana a mí, estuvo a punto de engrosar la lista sólo por ser rubia y de ojos verdes. Sospecharon que era agente de la DEA y con un automático juici