Hoy, hace un año ya de tu partida y han ocurrido tantas cosas en tu ausencia. Al comienzo, sólo buscaba pretextos para hablar de tí, hasta que mi entorno me lo hizo notar, estaba siendo un poco pesada. Entonces, te guardé en mi corazón y sólo recurría a tu recuerdo para darme cuenta cuánta falta me hacías. Pensaba, si Ilda estuviera aquí, seguro que me daba su opinión y me sacaba del agujero de confusión en el que estoy metida. Fue cuando me di cuenta que la soledad era eso, era tu ausencia. Pero tu muerte ha significado muchas cosas. Sobre todo, una lección de dignidad, de fortaleza, de naturalidad. No me puedo olvidar de cuando íbamos en taxi al hospital y yo te pregunté qué opinabas y tú, haciendo a un lado el intenso dolor me dijiste, creo que éste es el último viaje. O cuando los médicos certificaron que definitivamente ya no había opciones y se quedaron azorados con la tranquilidad y sabiduría con que asumiste el diagnóstico, todos tenemos que morir, les dijiste. Y no, no hubo