El albañil polaco que no sabía ni papa del castellano, se dio cuenta que a pesar de estar con la carita y el pelo renegridos y el vestidito un poco roto, no merecía acabar en la basura. La sacó del subsuelo donde había quedado lo irrecuperable y la había puesto al pie de la escalera por si pasaba una mano piadosa que la rescatara. Veníamos del colegio y la vi a través del escaparate. Parecía la musa de la canción de la muñequita rota amiga de los ratones. Detrás de tanta mugre se podía apreciar su hermosura. Mi hija pequeña se metió entre tanto trasto y la trajo presurosa. Al llegar a casa, le quité el vestidito y le lavé la cara y el pelo. En su manita portaba una vela. Busqué dónde poner las pilas y felices descubrimos que funcionaba. Creada hace muchos años por Famosa para iluminar las noches de pesadillas de las niñas, encendía su velita al moverle la mano hacia arriba. Al día siguiente, como si el mar trajera los restos de un naufragio, recogimos otra muñequita y varias cositas p