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Mostrando entradas de diciembre, 2009

La conspiración de las lectoras

Anoche, muy tarde, terminé de leer "La conspiración de las lectoras" de José Antonio Marina y María Teresa Rodríguez de Castro. Para empezar, el título es de por sí atrayente porque, ¿qué tiene de conspirativo leer? ¿Y que los lectores sean ellas? Claro, visto a la luz del siglo XXI y en España, porque otra cosa sería si estuviéramos hablando del Afganistán de ahora o de la España de principios del XX, que es la época a la que se refiere este recomendable ensayo. Visto desde la luz de estos días parece que hubieran pasado unos quinientos años desde que a la mujer se la considerara solamente capacitada para atender un hogar y obedecer al esposo, después del padre y luego a los hijos en caso de quedar viuda. La política, las ciencias y las artes sólo para los hombres, mejores dotados para ello. Si se los cuento a mis hijas, parecen capítulos entresacados de la Biblia o el Corán, o simplemente, opiniones de Aristóteles. Pero, hasta ayer mismo (es decir, hasta la muerte de Franco

Arthur Shoppenhauer (dixit)

Un punto importante para vivir con sabiduría está en encontrar la proporción exacta entre la atención que le dedicamos al presente y al futuro, para que uno no estropee al otro. Muchos viven en exceso en el presente: los livianos; otros, en exceso en el futuro: los medrosos y llenos de cuidado. Es difícil para cada uno de nosotros mantener esta proporción en la medida justa. Aquellos que ansiando y esperando viven sólo en el futuro, mirando siempre para adelante y corriendo apresurados al encuentro de las cosas venideras, como si sólo ellas trajesen verdadera felicidad y que dejan por ello escurrirse el presente, sin gozarlo, son, a pesar de su aire grave, comparables a aquellos burros de Italia, cuyo paso es acelerado porque tienen colgado en un bastón sujeto a su cabeza un haz de heno; que, por tanto, siempre ven en su frente y esperan alcanzar. Engañándose, sacrificándose toda la existencia al vivir siempre en el intervalo, hasta que un día mueren. En vez de estar, por tanto, siemp

Condenado relé

Hoy era un domingo para quedarse en el sofá muriéndose de nostalgia, recitando el "poema del domingo triste" de Buesa ("Este domingo triste pienso en tí dulcemente y mi vieja mentira del olvido, ya no miente"), regodearme en la tristeza que es lo que más me gusta, luego levantarme, vestirme y salir al invierno que ya se siente en los pies, cruzar la ciudad y comprender por qué Madrid se ha, definitivamente, instalado en mi vida. Pero no. Se me cruzó un condenado relé. En estos últimos años, he tenido que rascar en lo infinito de mi cerebro para recordar geometría, álgebra, las valencias, los conjuntos, la diferencia entre un diptongo y un hiato, las capitales de Asia y los montes de Europa, el porqué de la pirámide nutricional y lo importante que es el calentamiento antes del ejercicio. Todo estaba archivando en algún perdido file de mi disco duro que, gracias a ello y a los cinco idiomas en los que pienso a la semana, está bastante aceitadido. Hasta que llegó el pu